Casa Esaya, c.1923 |
Otro año más en la vida de Trujillo y la entonces Cañada, acá descubrimos como los cañadenses marchaban con antorchas hacia la Usina de la ciudad por la falta de luz en el pueblo. Tarea pendiente será descubrir donde se encontraba esa usina...
Corría el año veintitrés, y para mi nada
había variado desde que ocurrió
la crisis que tanto me castigó.
Casi el verano lo pase “varado”
a igual que aquellos meses anteriores;
el carnaval por mi lado cruzó
huérfano de algarabías y momentos
felices que tanto merecía entonces
mi juventud. Mis amistades, dueñas
de todo aquello que yo no poseía,
disfrutaron contentas las alegres
horas que el gran momo allí les brindó.
Las serpentinas fueron y vinieron
por todos los carruajes, y las flores
perfumaron el ambiente, y quedó
la ilusión de los que se enamoraron
entre rosas, nardos y jazmines.
Como todos los años, se suceden
los picnic en ese tiempo en la “Quinta
del Sastre”. A tal lugar concurrimos
siempre rebosantes de buen humor
poseído en esa edad. Desde las cuatro
de la mañana, estar solíamos hasta
oscuras horas de la noche para
ordenar las cosas y realizar
limpieza en el suelo del verde monte.
El calor de la amistad fue sincero,
sano el compañerismo y respetuoso
el trato entre la gente que de aquel
hizo su sitio amable y preferido.
Allí no faltaron las chicas de Osta,
Peroldo, Baldazar, Bardone, Frey,
Augsburger, Viggi, Yolanda, Odorizzi
y cien amiguitas más donde gratos
momentos pasamos en el rincón
que en el sur está a una legua de aquí.
Para entonces mi suerte estaba
cambiada y favorecida mi moral.
El amigo Cejas pudo ubicarme
en la Casa Esaya ,
en su sección tienda.
Este establecimiento comercial
era en la época, razón de prestigio
y una de las más importantes de esta
zona. El gerente, Mauricio Benaros,
reunía originales características
en el arte de vender, y sus chispas
jocosas, quedaban en el ambiente
saltando en chistes de buena factura.
Existía allí un sano compañerismo
y con suma frecuencia se efectuaban
reuniones y comidas festejando
cumpleaños, despedidas de solteros
y tanto otro acontecimiento donde
vinculada estuviera nuestra unidad
de afecto hecha con toda nobleza.
No llevaba tres meses trabajando
cuando recibimos de San Francisco
un ofrecimiento de empleo por medio
de don Juan Abriata. Esta situación
nos puso en serio compromiso a “Pito”
y a mí, pues, teníamos que abandonar
a nuestros camaradas, que era el Club
Misterioso, el que con tanto cariño
defendíamos, y a nuestros familiares.
Ese acontecimiento nos llegó,
por tener un club de fútbol de allá
firme interés por el concurso nuestro.
De halagarme la suerte no dejo
en aquella oportunidad después
del tiempo que sin trabajo pase;
el cambio un nuevo camino me
abría
y otros horizontes me señalaba,
solo por delante entonces tenia
afectos y amistades que vencer.
Al ser rechazado el ofrecimiento
donde trabajando estaba seguí
y de hecho, con Pérez, muy satisfechos
entre los Misteriosos nos quedamos,
y ese año, después de ganar la
Copa
“Doce de Octubre”, que fuera dos veces
con Everton empatada, salimos
campeones al vencer a los demás
clubes en encuentros que por distintos
trofeos, todos los domingos jugamos.
Cañada, después de soportar larga
temporada sin luz, por rotura
de sus motores, quedaba sumida
en la oscuridad. Hubo gran protesta
del pueblo, y la noche que se realiza
otra de las mil “manifestaciones”
de antorchas que por motivo cualquiera
se efectúan a veces, llegamos hasta
la usina eléctrica y plantamos ahí
una rechifla que efecto surgió.
El aspecto nocturno de aquel año,
en un cuadro apagado apareció
al esfumarse los últimos rayos
del sol, la gente se escondía en su casa
forzosamente hasta el amanecer.
los paraísos sus sombras aumentaban,
las calles túneles interminables
parecían y al cruzarse las personas,
las pocas que rara vez se encontraron
por sobre las aceras, el saludo
no cambiaban por estar más cerrada
la penumbra que en las mismas esquinas.
Aquel camarada, Lorenzo Bustos,
amigo de los libros e inclinado
a la poesía, soñador, taciturno,
de un carácter caprichoso, rarísimo,
pero de generoso corazón,
me dijo que imprimiría una “revista”
o bien a máquina ejecutaría
su madurada y plausible intención.
Así fue que un día revolucionó
todo el ambiente con la aparición
del primer número con su portada
celeste. En la vidriera que el comercio
de “El Griego” tenía en la calle Lavalle,
después de la tienda de don José,
andando hacia el oeste, se colocaron
a la venta. El éxito corono
aquellas ambiciosas juveniles,
y las felicitaciones llegaron,
tanto a su “director”, como también
a los “autores” de tales trabajos,
que con gran unción a sus simpatías
le dedicaron sus letras galanas
Guastavino hizo de “cabo primero”
y en su línea quiso poner a los “poetas”
que trataron la “métrica” saltar
dejando atrás reglas establecidas.
Ese “desperfecto” de idoneidad
presentó más puros los sentimientos;
el verso libre, airoso allí canto
y cantando a lo más alto llego
con los encantos de la juventud.
El más humilde en su preparación
bajo el cielo de estrellas salpicando
con su luna durmiendo en el lago
el sueño aquel que tanto nos gustó.
Allí pasó Bondi, el gran camarada
del sombrero aludo y su capa azul,
dejando como estela cotidiana
un pedazo de su alma soñadora.
Allí apareció su grandeza interior,
y con su bonanza a manos bien llenas
llego arrancándose el corazón.
A poco andar, la revista marco
a nuestros muchachos un derrotero
que daba sus frutos al inclinarnos
hacia constante lectura de libros.
En ese ambiente, por demás contentos
continuamos, hasta que nos hallamos
con el mayor escollo no pensado.
El tiraje había por suerte aumentado
y la imprenta por ello refirió
que en adelante no podría entregar
a tiempo las futuras ediciones.
Hechas las gestiones en otras partes
fue imposible su costo solventar
y dado al gran trabajo que tuvimos
cuando a máquina logramos pasar
el ultimo numero aparecido,
resolvimos para siempre borrar
las páginas blancas que con portada
celeste, la juventud conoció.
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