LA CAÑADA DE LOS GÓMEZ 1892-1894

Melitón Gómez, presidente de la Comisión de Progreso local



Cañada de Gómez vivía sus primeros veinticinco años de vida desde aquella apertura de la Estación el 1º de mayo de 1866. Gracias a la Matanza era un nombre y un lugar reconocido en la vida política y militar de Buenos Aires. Alem y los hermanos Hernández sobrevivientes de la contienda seguramente en sus charlas de café con muchos de los próceres de esa etapa la deben haber citado. El entonces presidente Domingo Sarmiento tenía buenos recuerdos de la Cañada, no sólo porque se vanagloriaba de las atrocidades de la Matanza sino que estando en funciones visitó una de las estancias patricias de la zona en el verano de 1870. Cinco años después otro presidente, pero antes de asumir, se alojó en la casa de los James como Julio Argentino Roca, el Zorro. Los diferentes gobernadores santafesinos se vieron obligados a pasar por la joven colonia y visitar las casas de aquellos líderes locales. En fin, ya Cañada de Gómez era algo fuerte en la sociedad que se preparaba para el final del 1800, un siglo fundacional del país.


El pueblo iba tomando color en las grises imágenes del pasado. Los inmigrantes se agrupaban en colectividades, los comercios iban invadiendo la pacífica calle Balcarce y Lavalle, los terratenientes venían a los boliches aledaños a la Estación a buscar a sus obreros y la chimenea de la Curtiembre era algo lejano a la mirada del pueblerino, ni hablar de la otra chimenea histórica, la que perteneció primero a los Bergmann y posteriormente a Guillermo Heiland donde se fabricaba azúcar y destiladero de caña, instalada gracias a las franquicias ofrecidas por una ley de promoción industrial promulgada por la Provincia de Santa Fe. Cabe agregar que es la única que sigue en pie en el predio deportivo de la ex Cooperativa Mixta sobre la ruta nacional 9 en el oeste cañadense. Entre los comercios e industrias más renombradas estaban la fábrica de carros y carruajes de Juan Brusa; la licorería y cervecería de Florencio Varni; la libería de Tomás Gauset; la imprenta de Felipe Vilche; la jabonería de Greenvood y Dunkley y el perforador de pozos Luis Besso Pianetto. Los amantes de la cultura tenían el Salone XX Settembre y quiénes amaban el deporte podían disfrutar del tenis y el rugby en los terrenos aledaños a la Estación o el fútbol en las precarias canchas.

Melitón Gómez seguía como presidente de la comisión de Progreso local y en los primeros días de febrero de 1892 retorna a la ciudad el Fraile Nicolás Pudignani como cura párroco después de las breves estadías de los sacerdotes Remigio Carnevali, Manuel Cligo y los frailes Patricio Oshea y Agustín Lanoro quiénes a lo largo del ´91 administraron la parroquia que fuera abandonada por Juan Fuentes por amor. De Pudignani, el historiador Bertola nos dice que era un «cura bueno, sistema patriarcal, más entusiasta del dios Baco que de todos los santos y vírgenes de la Iglesia...»[1]

También por ese entonces el pueblo iba teniendo aspectos pintorescos, hasta cómicos si queremos llamarlos. Se empezaban a divisar las zonas con denominaciones particulares como el Pueblito Las Flores o el Nicoli. El primero de ellos estaba ubicado en las manzanas comprendidas entre las calles Lavalle, Maipú, Balcarce e Independencia. Eran propietarios de esos terrenos las familias de Ramón Peralta, Concepción Castro, Rita Alonso, Anselmo Vera, María Pérez y R. Rodríguez. Este sector que fuera poblado en 1869 por José Peralta y se habían construido varios ranchos con techo de paja ocupados por criollos, oriundos en su mayoría de Córdoba y Santiago del Estero. Sus viviendas fueron resguardadas con frondosos árboles y adornada por hermosos jardines cuidadosamente protegidos por las mujeres de las familias. Dice Elías Bértola en sus Apuntes, que «fue un Edén para los criollos compadres y compadritos; de día algunos con su tradicional chiripá, poncho y rebenque con cabo de plata se los veía siempre metidos en los ranchitos dejando sus pingos atados a los árboles mientras estaban de visita y mateando; de noche eran nidos de amoríos con guitarra y tanguitos con relación…»[2] En una biografía realizada por quién esto escribe de Adolfo Wytrykusz, el pintor recuerda que ese pueblito donde su padre se afincó hacia finales del Siglo XIX  «era un barrio romántico, con tapiales de ladrillos, tapado con hiedras y madreselvas. En verano, y por las tardecitas, como si fuera el canto de las chicharras, se escuchaban guitarrearas con mucho vino, asados y a veces algunas que otras peleas. Recuerdo a Joselín, Viborita, los Bazán, don Pedro Aparicio y el boliche de los Albónico…»[3] El segundo de los pueblitos en esta historia es el Nicoli, que se encontraba en la manzana del barrio sur integrada por las calles Alvear, hoy Bolívar; Progreso, hoy Iriondo;  Urquiza y Atlántico. La familia Nicoli tenía una de las casa más importantes enfrente de la desaparecida Plaza Argentina, hoy Club América y entre sus antiguas propiedades figuraba el actual Hogar de Ancianos Luisa Dorero de Migoni.

El 12 de octubre de 1892 asume como presidente de la Nación el Dr. Luis Saénz Peña gracias a un acuerdo entre Roca y Mitre para truncar dos objetivos, primero la llegada del naciente radicalismo y por último impedir que Roque Saénz Peña, hijo del anterior, llegada a ser primer mandatario. Otro ejemplo más de lo nefasto que fueron los hoy próceres argentinos con tal de perpetuarse en el poder. Con setenta años de edad, asumió Saénz Peña junto a José Evaristo Uriburu como vicepresidente. Con una destacada trayectoria el flamante presidente había ocupado un lugar en la Asamblea Constituyente de 1860, fue diputado nacional y presidente de la cámara baja en 1874, entre 1875 y 1878 fue vicegobernador de Buenos Aires, en 1882 ocupó una vocalía en la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, también fue presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, director de la Academia de Jurisprudencia y vocal en el Consejo General de Educación. Entre 1890 y 1892 fue integrante de la Corte Suprema de Justicia de la Nación tras la renuncia de Federico Ibarguren. En su toma de posesión, en 1892, manifestó que no gobernaría bajo la bandera de ningún partido, sino que lo haría para restaurar la tranquilidad en su país. Sin embargo, encontró una nación sumida en una acentuada crisis tanto en lo económico como en lo social.

1893 no fue un año fácil, la Unión Cívica Radical realiza dos grandes revoluciones queriendo destituir el gobierno de turno, la primera de ellas por Hipólito Yrigoyen y Aristóbulo del Valle, que comenzó el 28 de julio y fue derrotada el 25 de agosto. La segunda, dirigida por Leandro Alem, quien llegó a ser proclamado presidente de la Nación, comenzó el 7 de septiembre y fue rendida el 1º de octubre. Estas frustradas revoluciones trajeron innumerables problemas en el seno del radicalismo. Ya que salieron a la luz pública las importantes discrepancias entre el fundador y conductor indiscutido, Leandro Alem con su sobrino y futuro presidente Hipólito Yrigoyen.  Alem veía en su sobrino a un hombre propenso a pactar con quién sea para lograr sus objetivos. En cambio Yrigoyen decía que su tío ejercía una conducción demasiado principista, intransigente y personalista que no dejaba lugar a ningún tipo de negociación, ni siquiera con las figuras más progresistas del régimen conservador, como Roque Sáenz Peña o José Figueroa Alcorta. Decía Alem en una carta a un amigo en 1895 que «los radicales conservadores se irán con Don Bernardo de Irigoyen; otros radicales se harán socialistas o anarquistas; la canalla de Buenos Aires, dirigida por el pérfido traidor de mi sobrino Hipólito Yrigoyen, se irá con Roque Sáenz Peña y los radicales intransigentes nos iremos a la mismísima mierda.»[4]

Ahora bien, que pasó en la tranquila Cañada gobernada por Melitón Gómez, un hombre pachorriento y de noble sonrisa. En la madrugada del 29 de julio estalló la revolución con éxito y poca originalidad. Bertóla en sus Apuntes dice lo siguiente de lo ocurrido ese día, «…una fuerza radical encabezada por Don Rudesindo E. Freyre y los Sres. Correa se presentaron en Cañada de Gómez y tomaron la Jefatura Política que quedó abandonada desde don Alfredo Acosta (hermano del Jefe) intentó hacer frente desde la azotea de la casa, armado de una escopeta con algunos cartuchos para perdices…»[5] El presidente comunal Gómez mantuvo una reunión con Freyre con el fin de evitar que se derrame sangre en el pueblo, pero esto fue denunciado por Mariano Acosta, Jefe Político después de la contienda, como conspirador al gobierno provincial. El 31 de julio Servando Martínez se hace cargo de la Jefatura de Policía junto a Juan Andino y Manuel Correa. Con la llegada de las fuerzas nacionales a normalizar el lugar el cargo es ocupado provisoriamente por Rómulo Acuña hasta que el Mayor Horacio Pinto toma el mando. Ese mismo año ocurrió la segunda intentona revolucionaria del radicalismo en la zona donde muchos cañadenses se atrincheraron y otros viajaron a Rosario a dar lucha pero, este movimiento fue frenado por el General Levalle quién dejó como Jefe Político al Sr. Rómulo Acuña. Este último hecho dejo dejó una víctima fatal en la ciudad y fue el joven Eugenio Bianchi que fue asesinado con un disparo en su espalda. En su tumba ubicada en el cementerio local podemos vislumbrar sobre la misma una columna trunca con el siguiente epitafio «Eugenio Bianchi, fallecido el 15 de octubre de 1893 y nació el 4 de agosto de 1874. El brazo de la tiranía tronchó su existencia, sus amigos y correligionarios le dedican esta lápida a su memoria que clama justicia.» Elías Bertola describe además lo sucedido con el presidente comunal Gómez expresando que

«Terminada la revolución y vuelto al poder el Gobierno normal, el Jefe Político señor Acosta denunció al señor Gómez como de haber conspirado contra el Gobierno y záz, llegó la galleta para la Comisión, en una forma violenta, muy poco administra¬tiva, y menos protocolar... En aquel momento gobernaba el pueblo como Jefe Político, el Mayor señor Pinto, nombrado por la intervención, y sin más ni menos comunicó a los miembros de la Comisión que por orden del Gobierno, tenían que hacer entrega inmediata de la Comuna (como si se tratara de ir a tomar un tren en marcha), a otra Comisión que se presentaría para hacerse cargo. El Presidente señor Gómez, con su pachorra característica y sonrisa expresiva que le era habitual, cuando quería tomar algún asunto para la farra y que chocaba con el aspecto austero y guerrero del Mayor Pinto, le contestó con amabilidad y amenidad, que el local de la Comuna estaba a su disposición; que de la misma manera que el Gobierno usó de un trámite rápido, correspondía también otro trámite rápido para que la nueva Comisión tomara posesión sin las molestias de asistir a una entrega. Y así fue... el día 12 de Noviembre.»[6]

El 12 de noviembre de 1893 asume como presidente de la comisión de Progreso Mariano Rodríguez acompañado por Augusto Trouillet y el Médico Mario Angeletti. Antes de irse Melitón Gómez le escribió a sus superiores que no ponía en juego sus intereses morales y personales, ante el pedido rechazado de estar un par de días más para poner en orden los papeles de la administración, Gómez le entregó a Rodríguez la Comuna denunciando que desde el gobierno provincial nadie se había comunicado con él pidiendo su renuncia. En la nueva Comisión fue importante el papel que tuvo el Dr. Angeletti quién debió enfrentarse a la Curtiembre Beltrame, después de una denuncia pública en el Diario La Capital de Rosario, por las pésimas condiciones higiénicas de la empresa. Se nombró a una Junta Evaluadora integrada por el Ing. Pety, el Dr. Fontané y el Farmacéutico Morch. Dos meses más tarde, en abril de 1894, la Comisión de Progreso felicitó a la empresa por las condiciones en que se trabajaban en el lugar. También este médico fue quién, prácticamente estando él a cargo de la Comuna más que Rodríguez, fue consejero de la Sociedad de Damas de Beneficencia cuando el 4 de marzo de 1894 toman el mando del Hospital de Caridad San José dando inicios formalmente a sus tareas en la ciudad. El 20 de julio del mismo año la Comuna intimó a los familias del Comisario Leoncio Verón a llevarse su cuerpo del cementerio, de lo contrario sería llevado a la fosa común. Recordemos que Verón fue el primer hombre asesinado de la historia local en la esquina de Balcarce y Pagani. El 10 de junio, también del ´94, el Fraile Ambrosio Pighin reemplaza a Pudignani, tres meses después otro Fraile Eusebio Dupommier ocupa el sillón de Pedro en Cañada corriendo el mismo destino en diciembre cuando es sustituido por el Fraile Mauricio Castaldi, tres días antes de los festejos navideños. Y como si fuera poco en diciembre de 1894 nacen dos figuras destacadas de la cultura cañadense, el 19 en la provincia de León, España, Nemesio Valbuena y el 26 en Rosario Vicente Leoni, ambos escritores, periodistas e historiadores.


[1] Apuntes Históricos de Cañada de Gómez, Elías Bertola, 1923. Reedición año 2013
[2] Idem.
[3] Adolfo, quién con su pincel le puso color a la vida. Pablo Di Tomaso, 11 de mayo de 2015 publicada en www.ditocdg.blogspot.com.ar
[4] Felipe Pigna, “Las revoluciones radicales”, El Historiador
[5] Apuntes Históricos de Cañada de Gómez, Elías Bertola, 1923. Reedición año 2013
[6] Idem.

2 comentarios:

fernanda nicoli dijo...

me gustaria saber si tienes un libro de historia publicado para poder leer. Gracias

PABLO DI TOMASO dijo...

Hola Fernanda, por ahora no hay libro, sólo publicaciones en el blog. Cualquier cosa, te invito a que te agregues como segudirora y te enteras al toque de las publicaciones. Te aclaro que no sólo de historia se publica acá... Un abrazo, Pablo