LA CAÑADA DE LOS GÓMEZ 1911 1912 Segunda Parte

Nuestra plaza, el antiguo Templo, la casa y el molino de agua junto a la casa de los Schnack. Dibujo de Pablo A. Pereyra


En el verano del doce todavía los cañadenses tenían latente la tragedia ocurrida en la familia de los esposos Luis Borgarello y Lucia Monasterolo, cuando en el invierno del año anterior su hija Juana fue asesinada por esposo Francisco Varvello.


En aquella jornada del 20 de junio de 1911, el pacífico pueblo cañadense se sorprende al escuchar el rápido galope de los caballos que transportaban a los pocos policías locales desde su sede, ubicada en el callejón de las vías a metros de calle Concepción, hasta una finca ubicada en Bv. Ocampo 1181.  Por ese entonces las fuerzas policiales estaban intervenidas, y quién encabezó el grupo fue el Comisario Loreto Sosa y al llegar al lugar del hecho se encontraron con la joven Juana, herida mortalmente de varias puñaladas junto al reparo de un pozo de agua.

La historia de amor entre Juana y Francisco fue complicada desde el comienzo, ya que la familia Borgarello no veía con buenos ojos a Francisco. Esa sospecha no fueron en vano, al tiempo de haberse casado Juana no soportaba los maltratos de su compañero y fue por eso que decidió volver a la casa de sus padres. Varvello, en un intento de volver a conquistarla, insistió en reiteradas oportunidades hasta que ese día llegó con un ramo de flores hacia el patio de la herrería de la familia, después de discutir con Juana, al arrimarle su ramo, tenía escondido un cuchillo, y engañando a la joven la asesinó.

La revista Monos y Monadas publicó el 2 de julio de 1911 la noticia del hecho, titulada Crónica Roja, donde expresa lo siguiente:

«Estamos en épocas de grandes crímenes. Cañada de Gómez fue teatro de un horrible homicidio perpretado en la persona de Juana Borgarello, joven de 17 años de edad, por su esposo Francisco Varvello de 19.

»Contrariando la voluntad de sus padres, Juana contrajo matrimonio con Varvello, después de haber huido de la casa paterna. Era el joven, oficial herrero, y trabajaba en una fundición propiedad de su suegro. Libertino y perdido, no tardó en contaminar el cuerpo de la esposa de males terribles. Sobrevino entonces la separación, que en los últimos días de mayo debía de establecerse judicialmente.

»Varvello rogó a su esposa volviese a la paz, inútilmente y el día de la notificación, cuando se disponía a emprender viaje para esta ciudad (Rosario), clavó por dos veces, y mortalmente, un cuchillo en la espalda de la infeliz mujer. Huyó del lugar del hecho, pero en vez de emprender atontada carrera, se encerró tranquilamente en una casa de moralidad dudosa, con el propósito de beber y bailar tangos con corte. La policía lo encontró en amable y franca compañía, con el cuchillo tinto en sangre en la cintura. El cinismo inconcebible del homicida exasperó en tal forma al pueblo de Cañada de Gómez, que poco faltó para que lo linchase. Tuvo la policía que imponerse para librar al asesino de las iras populares. Varvello no se muestra ni arrepentido, ni apesadumbrado. Ha matado de igual manera que hubiese aplicado un justo correctivo. (...) ¡Y pensar que por puro gusto, por egoísmo criminal, llegó al crimen, después de haber echado una condenación sobre la vida de su víctima!

»Razón tuvo el pueblo de Cañada de Gómez al indignarse, pero reflexionando serenamente, Varvello no debe ser culpable de tanta maldad. Sus actos hablan de inconciencia y de cínica locura. Como a un loco peligroso correspondería tratarle en larga reclusión.»[1]

En la noche de Reyes de 1912, La Fraternidad, sindicato que agrupa a los maquinistas y foguistas de locomotoras, le declaró la huelga a los ingleses dueños del ferrocarril cuando maquinista es detenido por haber sufrido un accidente en su recorrido entre Buenos Aires y Rosario, en la empresa británica F.C.C.A. Aquella detención que las autoridades calificaron como precautoria y pactada con la empresa, hizo que el ferroviario fuera arrojado con los presos comunes, escruchantes, atorrantes, buscas y asesinos. Cansados de tantos apremios el gremio interrumpió sus tareas. Después de tres jornadas de huelga el maquinista recuperó su libertad. Fue absuelto y esta lucha se considera como la primera victoria de La Fraternidad, marcando a fuego el espíritu del reclamo, que no pasaba por lo económico sino en defender la dignidad de los trabajadores, y decirles basta al atropello de la patronal inglesa. Cañada de Gómez no fue la excepción donde los ferroviarios locales pararon junto al resto de sus compañeros.

Sin embargo el conflicto más importante sucedido en el año 1912 en nuestra provincia y que tuvo repercusión en Cañada fue el Grito de Alcorta, cuando algo más de un millar de agricultores en la localidad de Alcorta, reunidos en la Sociedad Italiana deciden ir a una huelga por tiempo indeterminado. Eso sucedió el 25 de junio de 1912 y se prolongó por ciento veinte días con algo más de cien mil colonos de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires que se enfrentaron a la oligarquía terrateniente que se nucleaba en la Sociedad Rural. Ese movimiento levantaba como programa la reducción del arrendamiento, que los contratos duraran cuatro, que pudieran utilizar sus herramientas de trilla y contra la usura. En el medio del conflicto se funda un 15 de agosto de 1912, en Rosario, la Federación Agraria Argentina. En Cañada de Gómez las reuniones se llevaron a cabo en la fonda de Colombo Olivieri, ubicada en la esquina de Lavalle y Pellegrini, siguiendo las asambleas en el Salone XX de Settembre. Entre los agricultores reunidos se destacaron el mismo Olivieri, Luis Grappi, J. Verdinelli Nazareno, L. Luciani, R. Tomasini, J. Frangi, A. Cimarelli, Julio Alba, Victorio Zamatti, V. Montechiarini, Ernesto Lugano, Juan Bradi, Di Santis  y J. Salvoni.

Sí hubo un hombre, que con el tiempo fuera vecino de nuestra ciudad, que participó activamente siendo sacerdote en la parroquia de Arteaga. Estamos hablando de Ángel Gritti, a quién Plácido Grela en su historia sobre el Grito de Alcorta llamó Grutti. Este sacerdote, que  en el verano de 1916 le envía una carta al secretario de Monseñor Boneo su intención de renunciar a la parroquia, dejando los hábitos al poco, casándose hacia finales del mismo con Luisa Venier, una mujer nacida en Cruz Alta, provincia de Córdoba. Al poco tiempo de casarse con Luisa, Gritti decide instalarse en Cañada de Gómez donde trabajó en la Curtiembre Beltrame, y como para no perder su tarea solidaria participó en comisiones educativas como la del recordado Colegio de Los Piojitos, o sea, la antigua Escuela Estrada. El 8 de mayo de 1933, a los 49 años fallece en nuestra ciudad. Pero ese hombre murió sin saber que uno de sus mejores amigos, Ángelo Roncalli, se convertiría en 1958 en el Santo Padre San Juan XXIII. Ambos nacieron en la provincia de Bérgamo y a partir de 1901 hicieron sus estudios de Filosofía y Teología en el Instituto San Apolinario de Roma, sede que en diferentes momentos de su historia, han estudiado Eugenio Pacelli, luego Pío XII, los cardenales Pietro Palazzini, Ugo Poletti, Casaroli, Pietro Parente, Alfonso Stickler, Achille Silvestrini, Pío Laghi, Aurelio Sabattani entre otros. Lamentablemente durante esa etapa ambos debieron separarse, ya que Roncalli debió cumplir con el deber del servicio militar, momentos en que la Iglesia y el Estado Italiano no se llevaba bien, y fue así que Roncalli se traslado desde Roma hasta el 73º Regimiento de Infantería de la Brigada de Lombardía. Volvieron a verse a finales de 1902, cuando la Iglesia vivía momentos difíciles a raíz de la llegada de nuevos pensadores. Seguramente ambos fueron testigos de los sepelios del anciano Papa León XIII y del humo blanco en la Plaza San Pedro cuando Giusseppe Sarto fue elegido Sumo Pontífice, el recordado San Pío X, que trajo de la mano un aire de modernismo a la Curia.

Ángel Gritti fue ordenado sacerdote junto a Roncalli, éste último fue designado por San Pío X como secretario en la  diócesis de Bérgamo, del obispo Giacomo Radini-Tedeschi y como profesor de historia de la Iglesia y de apologética en el Seminario, iniciando así el camino que lo dejará en el sillón de San Pedro aquel 28 de octubre de 1958. Por su parte Gritti fue enviado a la misma diócesis que Roncalli, pero como vicepárroco de la localidad de Fiobbo. Cuando comenzaba el mes de diciembre de 1909 decide sorpresivamente viajar a la Argentina, él mismo solía llamarse L´Esiliato (El Exiliado), y el 22 del mismo mes celebra su primera misa en la pequeña localidad santafesina de Arteaga, donde decide quedarse a vivir. El 27 de febrero de 1910, cuando el país se prestaba a celebrar a lo largo de ese año el Centenario patrio, fue designado por Monseñor Juan Agustín Boneo como vicepárroco de la parroquia de Santa Ana de Arteaga. Su voluntad de servicio, de colaboración al prójimo, que fuera aprendida desde su hogar y posteriormente en los lugares que creció intelectual y socialmente, hizo que trabajara a destajo por los vecinos de la zona, fue así que en abril de 1911 participó en la formación de la Caja Rural de Arteaga, una Asociación Cooperativa de Préstamo y Consumo. Pero su tarea no finalizaba allí, al año siguiente fue uno de los principales actores del Grito de Alcorta. Por su actuación en la revuelta fue detenido el 10 de agosto de 1912. Su tarea pastoral en Arteaga duró hasta 1915 cuando fue trasladado a San Vicente, localidad ubicada en el centro santafesino.

Volviendo a la Cañada, en la zona sur del pueblo nacía un 29 de agosto de 1912 el recordado Vicente Rojas, leyenda futbolística del Club América que se destacara en el fútbol argentino en la década del treinta, siendo el primero de nuestra ciudad en llegar a los clubes llamados grandes del país. Otro de los hijos nacidos en tierras cañadenses y que brillara en su profesión, y que por una cuestión de espacio no salió en el capítulo anterior, es Pablo Pereyra. Este notable dibujante nacido el 15 de enero de 1911, era hijo de Catalina Motter y Ramón Pereyra. Hizo sus estudios primarios en la San Martín y al llegar a Buenos Aires trabajo en las mejores agencias publicitarias de entonces hasta fundar la suya, la Naype que posteriormente se llamó Naya. Entre las revistas más recordables en las que dibujó podemos citar a la Caras y Caretas y aún hoy podemos disfrutar de sus excelentes tapas en la tira Robin Hood.

En nuestro país se llevaron a cabo las primeras elecciones legislativas con la Ley Sáenz Peña, pero en este caso al naciente Radicalismo no le alcanzó para derrotar a los Conservadores. La UCR quedó segunda, apenas por 340 votos de diferencia. Las cartas estaban en la mesa, el triunfo electoral del primer partido popular de masas era inminente.  

Finalizando nuestra crónica del año doce, el mundo vivió una de las tragedias más recordadas de la historia como fue el hundimiento del Titanic ocurrido entre la noche del 14 y la madrugada del 15 de abril de 1912 donde perdieron la vida unas mil quinientas personas.



[1] Monos y Monadas, 2 de julio de 1911

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