Tratemos de hacer una síntesis de la historia radical para entender el momento. Ya fue el propio Hipólito Yrigoyen quien dejó como su sucesor a Marcelo T. de Alvear, que expresaba una línea más conservadora que la suya. De ahí surgió el famoso "alvearismo", la contracara de la intransigencia, aquella que en los treinta acunó a tipos como Manuel Ortíz Pereyra, Arturo Jauretche y Homero Manzi, entre otros. De ahí saldrían los muchachos de FORJA (Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina, recuerdo para los jóvenes y los desmemoriados) quienes jugaron sin suerte a que el viejo caudillo cordobés Amadeo Sabattini arreglara con el coronel Perón una fórmula conjunta para las elecciones de 1946.
Ya en vida de Don Hipólito, el radicalismo tendría dos alas. La alvearista, que luego se continuaría con el balbinismo, y un sector más díscolo que luego de FORJA tendría expresión en el Movimiento de Intransigencia y Renovación liderado por Moisés Lebensohn, que luego decantaría en la Unión Cívica Radical Intarnsigente (UCRI) cuando el partido se divide en la convención de Tucumán de 1956 (El balbinismo se transformaría en la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Por entonces quedaron bien marcadas las diferencias, por ejemplo en torno al peronismo, donde la UCRI tuvo una postura de mayor cercanía, hecho que se explica en los acuerdos de 1957 para que Perón mandara a votar por Frondizi en 1958 y luego cuando Oscar Alende convoca a elecciones de gobernador el 18 de marzo de 1962 y desafiando la proscripción del peronismo permite la participación de la fórmula Framini-Anglada, que ganaría esas elecciones en la PBA.
Por entonces el vínculo promiscuo del radicalismo del Pueblo con los militares era superlativo, al punto que, por ejemplo Arturo Mor Roig, ex presidente nada menos que de la Cámara de Diputados de la Nación durante el gobierno de Arturo Illia y siendo miembro del Comité Nacional de la UCRP fue el ministro del interior del dictador Lanusse, hecho que llevó a un muy joven Raúl Alfonsín a solicitar su expulsión del partido. Mor Roig operó en las más altas esferas para que la justicia le prohibiera a la UCRI seguir haciendo uso de las siglas UCR, de ahí es que la UCRP se queda con el "sello" del partido y la UCRI se divide en dos: El Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) de Frondizi y Frigerio y el Partido Intransigente (PI) que nace en 1972 bajo el liderazgo de Oscar Alende.
También en 1972 y dentro del radicalismo del pueblo Raúl Alfonsín crea el Movimiento de Renovación y Cambio, que rescata las banderas de Lebensohn y la intransigencia pretendiendo dar batalla dentro del aparato de la UCR hegemonizada por el ala conservadora y profundamente antiperonista de Ricardo Balbín. El joven dirigente, que ya había sido presidente del bloque de diputados provinciales durante la gobernación de Alende (1958-1962) pretendía llevar al radicalismo a posiciones más progresistas, por eso enfrenó en la interna a Balbín, allá por 1972, donde fue derrotado pero ya quedó perfilado como la renovación del viejo partido, algo que se consumaría en 1983 cuando destrozó en la interna a Fernando De la Rúa en su camino a la presidencia de la nación.
Con toda su complejidad, está claro que Raúl Alfonsín pretendió un radicalismo con algún nivel de independencia de los grandes poderes(Hubiera sido impensable que de haber triunfado en la interna De la Rúa, se hubiera juzgado a los comandantes, por ejemplo) No lo consiguió por las condiciones políticas y por errores propios (eso escapa a lo que me interesa puntualizar en este post) pero lo intentó, lo buscó. Luego de la experiencia alfonsinista lo que volvió al poder en el radicalismo sería una expresión rediviva de lo viejo, de ese partido anquilosado que entronaría a De la Rúa y luego terminaría consumando este bochornoso acuerdo con De Narváez que está tan lejos de constituir una confluencia con sectores del peronismo como muy cerca de terminar siendo la mascarada electoral del Grupo A Powered By Techint/Clarín. En todo caso, lo que expresa De Narváez es el ala recalcitrantemente conservadora que estuvo parasitariamente dentro del movimiento con lo cual tendríamos a la postre una suerte de transversalidad por derecha.
Tenemos, entonces a un partido centenario que, salvo pequeños interregnos, generalmente fue hegemonizado por su ala conservadora y es por eso que hoy termina conformando una alianza que lo aleja nuevamente de una perspectiva tenuemente progresista y lo coloca en la franja más recalcitrantemente reaccionaria. Por eso creo que los titulares de estos días no nos están hablando de un dirigente -Ricardito- con gran habilidad para armar algo con "lo que hay" sino de un partido que definitivamente cerró las puertas a la búsqueda de un perfil más transformador y que por ende se hunde en las entrañas de las corrientes más antipopulares de la historia política argentina.
Por Gerardo Fernández para Diario Registrado
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