Hoy repasamos las historias de nuestros españoles locales...
Muchos deben haber repetido aquellas letras de la canción El
Emigrante que hiciera famosa Joselito en los años 50, cuando decía “y adiós mi
Espanya querida, dentro de mi alma te
llevo metida, y aunque soy un emigrante jamás en la vida yo podré olvidarte.” La principal causa de la llegada de españoles a
mediados del siglo XIX fue la pobreza, así como también el arduo servicio
militar que obligaba a los soldados a prestarlo durante unos tres años. Los
lugares de procedencia fueron predominantemente Galicia, Andalucía, Asturias,
Cantabria y el país Vasco. El flujo inmigratorio se prolongó hasta 1952,
pasando el período post-guerra.
Los gallegos y los catalanes se radicaron, en general, en la
ciudad de Buenos Aires y de Rosario. Los meridionales, en Santa Fe, Mendoza,
Río Negro, Entre Ríos, dedicándose, principalmente al trabajo rural en las
plantaciones. Los valencianos fueron a Corrientes y a Misiones. Los asturianos
se instalaron en las provincias andinas, en el noroeste del territorio
argentino. Los andaluces se dedicaron, mayormente, a la horticultura. Los
vascos se dedicaron al campo argentino con empeño singular, como ganaderos,
tamberos y fruticultores. La figura del vasco tambero integra la más pura
tradición argentina Santa Fe.
En 1889 se crea una comisión para defender y fomentar la
inmigración española: la Sociedad Hispano-Argentina protectora de los
inmigrantes españoles. Y Cañada de Gómez no fue la excepción, el 27 de julio de
ese mismo año nace la Asociación Española
de Socorros Mutuos siendo su primer presidente el cura párroco de entonces, el
padre Juan Fuentes. Integraban además la comisión Guillermo de Altube como
secretario, Miguel Fernández tesorero, y como vocales Fermín Fernández, Pedro
Casañas, Tomás Ganset, Francisco Durán y Salvador Márquez. Y según lo
manifiesta Gerardo Álvarez en Un siglo de presencia hispana,
“Los socios fundadores eran muy jóvenes,
de edades comprendidas entre los diecisiete y no más de cuarenta años, en su
mayoría navarros, catalanes, gallegos y asturianos. Entre ellos había
comerciantes y sastres, cigarreros y barberos, panaderos y confiteros,
talabarteros y zapateros, un carnicero y un pintor, algunos maestros de
escuela, un librero y hasta un par de escribanos.”[1]
De los cientos de inmigrantes hispanos que contaba hoy apenas un
puñado de ellos puede contar su historia de vida y los duros caminos que
tuvieron que transitar en la patria que los adoptó, Ricardo Vidaurre es uno de
ellos, nacido un 27 de marzo de 1925 en Ayegui, provincia de Navarra y llegó a
nuestro país un 29 de junio de 1950. Recuerda que su padre “tenía una parcela,
que la trabajábamos junto él y el gobierno español a raíz de la crisis que
causó la guerra dispuso que todo lo que ganábamos nos pagaban con un estampilla
que se pegaban en un cuaderno que ello mismo proveían, era muy duro vivir sin
plata”.
A pesar que durante la Segunda
Guerra Mundial, España mostró su neutralidad, hubo
participación de españoles en ambos bandos. Finalizada la misma comenzaron en
el Protectorado de Marruecos una serie de conflictos armados entre guerrillas,
Francisco Franco envía a miles de jóvenes a defender esas tierras españolas en
el norte africano. Ricardo nos cuenta que en esos años uno podía entrar
voluntariamente al ejército pero en su pueblo había un cuartel al cuál el no
pretendía pasar ni por enfrente, pero por decisión del gobierno se realizó un
sorteo teniendo la mala suerte de ser elegido. De esta manera, con tan solo
contaba 19 años prestó servicio en el ejército español en las localidades de
Casablanca, Marrakech, Safí, Tetouan… “nos
tocó vivir una vida muy dura porque no teníamos agua para tomar, teníamos un
terraplén y salía una pequeña hilera de agua donde hacíamos larga colas para
tomar un poco y llenábamos la cantimplora. El problema era que por el alto
calor esa agua se echaba a perder y era imposible tomarla.”
Después de tres años se pegó la vuelta a Navarra y la situación
estaba muy dura, muy difícil y pasaba por su cabeza venirse a la Argentina, a
raíz que tenía un tío en Las Rosas. Su padre había estado un tiempo pero se
volvió a España y con mi tío se escribían regularmente, se tenían mucho aprecio
ya que le salvo la vida cuando andaban por La Pampa cuando le quisieron robar. “Entonces inicié
los papeles para irme de España y todo ese trámite me llevó seis meses, viajé
dieciséis días en barco donde me caminé 360 pasos para no aburrirme” recordó
Ricardo.En Buenos Aires lo esperó una prima hermana que estaba casada con
Antonio López, que era un funcionario del gobierno argentino. Antonio era
hermano de Monseñor Jorge Manuel López quién fuera Arzobispo de Rosario entre
los años 1983 y 1993. Después de estar unos días en la capital argentina se
vino en tren para Las Rosas, se sentía raro al no poder ver sus montañas que
tanto disfrutó en su niñez, donde trabajó en la casa de ramos generales de su
tío. También vinieron a nuestro país dos hermanas de Ricardo, Araceli y Amalia,
la primera de ellas sufrió una muerte trágica mientras que la segunda fue una
recordada vecina de la ciudad.
A Cañada de Gómez recayó hace tres décadas a raíz que su esposa
era maestra en la escuela San Martín, donde trabajó de Sileoni en la vinería,
luego en el Supermercado Sol y finalmente en la Cooperativa para ahora
recrearse con la merecida jubilación. Ricardo que vivió tiempos muy duro en la
guerrilla de África, viendo a soldados morir de cólera al lado de él, sintiendo
la guerra en su piel, lo hizo muy fuerte para trabajar y crecer en la
Argentina, pero a pesar de todo manifiesta que “fui muy feliz en la Argentina,
tuve tres hijos que son tres rosales…”
Un año antes que finalizara la Segunda Guerra Mundial Agustín
Hernández y Teresa de Jesús Rodríguez en una pequeña localidad llamara San
Miguel dieron a luz al pequeño Juan. La pobreza era la imagen de una Europa
devastada por el conflicto, España no era la excepción y en Santa Cruz de
Tenerife se sentía a flor de piel . Agustín tuvo un familiar, Santiago
Quinteros, que primero fue a probar suerte a Cuba y posteriormente recayó en la
Argentina y por intermedio de él pudieron venir el 12 de setiembre de 1949 a nuestras tierras. El
primer lugar adonde fueron a vivir fue a la localidad vecina de Casilda y con
el tiempo decidieron venirse a Cañada de Gómez. Hoy Teresa vive con sus casi 89
años a cuesta y Juan casado con Cristina Grasso tiene dos hijos Luciana y Juan
Pablo y dos nietas Valentina y Antonella.
Manuel Cazorla tenía apenas 20 años cuando decidió dejar su León
nativo y venirse a la Argentina a encontrarse con su padre. Allá en España dejó
a su madre, familia y amigos para enfrentarse a esta aventura loca de probar
suerte en el país. Cuando llegó el 9 de diciembre de 1968, nadie lo estaba
esperando. Es que por una confusión su padre no fue a su encuentro y Manuel
recuerda que “fue tal el enojo que en ese momento me hubiese vuelto a España”.
No fue sencillo encontrar a su papá, recuerda que “llegué a Cañada y el
colectivo me dejó en la ruta así que me vine caminando y preguntándole a las
personas que veía adonde quedaba la calle Maipú, cuando encontré la casa mi
padre no estaba. Estaba como loco, no sabía adonde ir, fue así que un vecino me
dijo que vaya de los Mezzalani y fueron ellos que me indicaron donde podía
estar mi viejo, estaba en un bar disfrutando de su vida…”
Podemos decir que Cazorla es el inmigrante más contemporáneo, su viaje no fue una larga
quincena en barco sino apenas unas cuántas horas en avión. Muy lejos quedó sus
días de mozo en un coqueto bar y sus compañeros de noches largas y divertidas. Recordemos
que en esos años, se vivía en el mundo tiempos de cambio, de revoluciones
culturales, políticas y sociales. Ese verano del 69 Manuel era un extraño en la
ciudad, por su manera de vestirse, de hablar, de caminar. Pronto se hizo de un
grupo de amigos que le hizo un poco más leve extrañar sus tierras. En el mes de
febrero entró a trabajar en La
Helvética , donde trabajo durante un largo tiempo. Después le
llegó una oferta para incorporarse al Banco Exterior y así lo hizo, pero las
sucesivas ventas y cambio de dueño de la banca lo decidieron a inclinarse por
la tarea que hacía en sus tiempos libres cuando salía del Banco, dedicarse a la
refrigeración, tarea que aún en día la sigue desarrollando. Visitó muchas veces
su tierra natal, donde había dejado a su madre, familia y amigos. Hoy esas
tierras alberga a su hijo mayor, y es otro motivo para volver a esa patria que
nunca olvida y como dice Manuel, “allá soy argentino y acá español pero estoy
muy agradecido por todo lo que Argentina me dio…”
Referencias de Fotos:
1- Ricardo Vidaurre
2- Manuel Cazorla y su amigos cañadenses en la Plaza San Martín
[1] Álvarez, Gerardo: «Un siglo de
presencia Hispana en Cañada de Gómez», en Estrella
de la Mañana ,
29 de julio de 1989 y ediciones siguientes.
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