Roberto Garín, en los años de su detención. |
ROBERTO GARÍN Y SU ESCAPE DE LA MUERTE
El paso del tiempo y las adversidades fueron
llevándose de este mundo a muchos amigos que fueron testigos y protagonistas de
aquellos terribles años, pero la historia cañadense tiene a uno de los pocos
sobrevivientes de los atentados del terrorismo de estado y estamos hablando de
Roberto Garín.
Roberto nació en Cañada de Gómez el 8 de marzo de
1944, es hijo de José Fermín y de Leticia Cagnín; su padre fue un recordado
trabajador de Casa Vázquez y su madre docente de la Escuela Manuel Belgrano. Hizo
la escuela primaria en la Normal mientras que la
secundaria en el Nacional, siendo de
su misma promoción, la del ´61, figuras y profesionales de la vida cañadense
como Luis Ferrigno, Oscar Sánchez, Ricardo García, Carlos Fernández, Gerardo
Álvarez y Armando Trucha Giordano
entre otros. En 1962, junto a Trucha,
ingresan a la Escuela
de Derecho de la Facultad
de Ciencias Económicas de Rosario, aunque tiempo después, finalizó la carrera
de Derecho en la
Universidad Nacional del Litoral donde fue Secretario de
Organización del Centro de Estudiantes de la misma. Comenzó su carrera política
en la entonces Unión Cívica Radical del Pueblo, donde en la asamblea de la Juventud Radical
de 1966 es elegido como presidente de la misma en el distrito local, cuya
elección es desconocida por el presidente del partido Nemesio Valbuena. Participó
de la reunión fundacional de la histórica Coordinadora, en Laguna Setúbal junto
a dirigentes de la talla de Enrique Nosiglia, Federico Storani, Luis Changui Cáceres, Ricardo Lafferriere, Marcelo
Stubrin, Jesús Rodríguez, Facundo Suárez Lastra, Aníbal Reinaldo y Leopoldo
Moreau, todos ellos protagonistas esenciales de la llegada de Alfonsín al
poder. En 1972 renuncia a su afiliación como radical, incorporándose al Partido
Intransigente comandado por el recordado Oscar Allende, donde es fundador de la Juventud del mismo. En
1976 fue convencional del P.I. y durante la misma dictadura, preside el Círculo
de Abogados cañadenses en 1982.
La historia de este trabajo, mucho tiene que ver la
insistencia de Garín en que quede registrado los testimonios de las víctimas;
siendo el suyo el más rico y profundo, dando el punta pie inicial al resto, ya
que Garín se encargó de guardar no sólo en su envidiable memoria, sino con
fuentes y documentaciones las atrocidades cometidas entre 1976 y 1983. En esa
calurosa tarde de febrero del 2016, fuimos con él hacia la que fue su casa
durante décadas, ubicada en calle Belgrano 415, donde nos relató el martirio
que sufrió él y su familia...
«Después del Golpe de Estado, indudablemente
estábamos en una situación muy complicada todos los que teníamos participación
y militancia política, nosotros teníamos asumido un compromiso con los
marginados de nuestra sociedad. El 6 de octubre de 1976, víspera de los
festejos de la declaración de nuestra ciudad, aproximadamente a las 22 horas yo
estaba solo en mi domicilio, era soltero y vivía con mis padres. Mientras me
estaba preparando para cenar, siento el timbre, abro y se me abalanzan hacia mí
una brigada policial, encabezada por el tristemente recordado Raúl Blanco. Con
total desparpajo me dijo vos sabes bien que no necesito una orden de
allanamiento para entrar a tu domicilio, lo cual me genero una bronca,
una impotencia, entraron como siete policías, me revolvieron la casa, y me
dijo como con sorna y canchereandome a vos
te entrego el negro Gómez. Juan
Carlos Gómez era carpintero de una familia ejemplar, que vivía en calle 7 de
octubre 476, el padre era enfermero. Gómez vivía en Rosario, estudiaba Bellas
Artes, y él estaba comprometido con el Partido Revolucionario de los
Trabajadores, y el contacto conmigo era fundamentalmente para preguntar por su
familia, y casualmente ese día a la tardecita había hablado conmigo así que yo
sabía que eso de que él me había apuntado era una canallada, una mentira,
entonces me di cuenta que era todo un operativo armado, orquestado para
llevarme detenido. Me llevaron un montón de libros, y uno de ellos era uno que
se llamaba Moscú, escrito por un embajador, un diplomático yanqui que hablaba
contra la Unión
Soviética , era un libro de mi padre. También se llevaron uno
de Lisandro de la Torre ,
sobre el tema de la religión, muy apasionante. Como no encontraron nada me
pusieron volantes de Montoneros sobre la cama y otros lugares, entonces también
me hicieron firmar una hoja trucha que yo me negué y luego se la firme
aclarando que estaba en desacuerdo. Me llevaron a la Jefatura de Policía, y me
derivaron directamente al Calabozo Nº 1, donde solamente puede estar alojado
una sola y en forma infrahumana, casualmente en ese momento estaba detenido un
personaje muy reconocido de nuestra ciudad, Chuchumeco, Ávila de apellido que
había sido un gran ex boxeador, que después era un pobre muchacho borracho que
los policías lo llevaban y al otro día lo largaban, lo sacaron a él y me
pusieron a mí en el Calabozo Nº 1. Junto conmigo detienen a otro compañero
Rubén Pez, era un joven trabajador de Obras Sanitarias, miembro del sindicato y
compañero de militancia, a él le permitieron que su familia le llevara un
colchón, entonces no durmió en el mismo lugar que yo, él durmió en otro lugar
de la dependencia policial,. Al otro día nos trasladan a los dos en autos
diferentes, a mí en un Torino y creo que a él en un jeep a la Jefatura de Policía de la
ciudad de Rosario, allá nos volvimos a encontrar, nos tenían con los ojos tapados, vendados, de allí luego
de unas horas, nos llevaron a un lugar intermedio entre lo que era el subsuelo,
donde se torturaba, entre el Servicio de Informaciones y la Alcaidía , éramos más o menos unos veinte detenidos, la
mayoría trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución, que venían de dar
todos la pelea por el famoso Villazo, que fue en el ’75 y otros sindicalistas de la ciudad de
Rosario. Allí estuvimos 43 días.»
De su compañero detenido, Rubén Pez, Garín recuerda
que en el lugar de detención lo llamaban Tosco, a raíz de su allanamiento y por
culpa de un pequeño discurso que pronunció en el calabozo para levantarle el
ánimo a Pez, «Rubén estaba muy asustado, entonces hablaba y hablaba fuerte producto del estado de emoción que tenía,
todo lo que produce la represión, y en determinado momento lo acercan varios
detenidos que allí estaban, cuando me doy cuenta de la situación pego un salto
y digo: ¡Compañeros! Este hombre es delegado del Sindicato de Obras Sanitarias
de Cañada ante la CGT
Regional Cañada de Gómez y fue detenido porque le hicieron
un allanamiento irregular, donde le
encontraron un libro dedicado a la memoria de Agustín Tosco, el gran dirigente
sindical de Luz y Fuerza de la CGT
de Córdoba, con prólogo de Hipólito Solari Yrigoyen; y yo soy abogado asesor de
varios sindicatos y asesor de una lista Azul renovación donde enfrentamos a la
burocracia, encabezada por la patria metalúrgica en un plenario de la
normalización que se hizo en el ’75 en la CGT Regional Cañada
de Gómez. Conclusión todos estos compañeros bautizaron a Rubén Pez como Tosco.»
Sobre esos cuarenta y tres días, Roberto manifiesta
que «nosotros teníamos convicciones y sabíamos bien por qué luchábamos,
nosotros los de la generación del ’70,
por un mundo más justo y equitativo, por una vida más digna, yo
pertenecía a una familia perteneciente a un pequeño sector de la burguesía,
como eran mis padres, todo eso hizo que yo me acercara a los trabajadores, y
que hasta el día de hoy sigo defendiendo los intereses de la clases trabajadoras.
Durante esos días nos interrogan, nos hacen preguntas nada profundas, como que
militancia política tenia, si estaba en el Frente con Frondizi a lo que respondo
que yo militaba en el Partido Intransigente de Oscar Allende, que había sido
Gobernador de Buenos Aires. Lo que si te basureaban, te intimidaban. Entonces
terminan el interrogatorio diciéndome le solicitamos que ayude y que apoye el
Proceso de Reorganización Nacional, claro después de haberte detenido,
humillado y de haber cometido todo tipo de atropello contra tu dignidad como
persona humana te pedían, y eso lamentablemente pasó, que muchos compañeros no
se bancaron y terminaron siendo cómplices, y se prestaron para ayudar a los
represores en ubicar a los compañeros que militaban en el campo revolucionario.»
Roberto Garín, queda en libertad y vuelve a la
ciudad, sin saber que después de pasar las fiestas y durante los primeros meses
de 1977, todavía le faltaba lo peor...
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