Roberto Besso |
LOS JÓVENES
EN LA MIRA DE LOS
SERVICIOS
No
cabe ninguna duda, cómo dijimos en el capítulo anterior, que amparados bajo el
secreto de los Servicios, o bien, en su alma de botón, muchos cañadenses
colaboraron con el accionar de la dictadura en la detención de la mayoría de
todos. Comunicadores de prensa, ex agentes del viejo Distrito Militar 35, algunos
miembros y colaboradores del gabinete municipal, profesores, empresarios y
agentes de la policía; todos en mayor o menor medida aportaron un granito de
arena en la persecución que se inició con muchos dirigentes juveniles. Los
servicios fueron tomando nota de lo sucedido en la ciudad desde la década del
sesenta en adelante, por eso estuvieron marcados con la famosa cruz roja
cañadenses que participaron en la huelga ferroviaria del ´61, la pueblada de
Amiratti del ´69, las diferentes huelgas gremiales ocurridas entrada los años
setenta, la toma de la Escuela
de Comercio en el ´74, los integrantes de los Centros de Estudiantes que
manifestaban su adhesión a la Juventud
Peronista , al Partido Comunista o cualquiera de las
diferentes líneas del Socialismo.
La
primera parte de este capítulo será el testimonio del Dr. Roberto Besso,
veterinario y profesor en las escuelas de enseñanza media de la ciudad y de la Facultad de Ciencias
Veterinarias en Casilda. Un verdadero testimonio que nos describe la crueldad
con la que los militares y sus servicios actuaban en cada rincón del país y en
donde Cañada de Gómez no quedó ajena...
«Me
detuvieron en el año 1976 acá en mi casa. Me acuerdo esa noche patente, yo
había venido de la casa de mi novia, quién que después mi esposa, y cuando
regrese me acosté, en un momento entran mis padres a mi habitación con un grupo
de 5 o 6 personas, yo estaba acurrucado y no entendía nada, y mi vieja me
pregunta ¿qué hiciste Roberto que te busca la policía?, a lo cuál
respondí nada, no hice nada. Entonces mi vieja le dice a uno de los
policías ¿Que hizo para que lo vengan a buscar?.Un tipo de muy mala fe
le dice, su hijo es un tremendo guerrillero. Tranquilizo a mi madre
diciéndole que no es así, me hacen cambiar, a todo esto revisaron toda mi casa,
obviamente no encontraron nada. Buscaban bibliografía, no sé qué buscaban.
Ellos estaban vestidos de civil y procedieron a llevarme a la comisaría de acá
de Cañada de Gómez. Y allí me tienen,
con los nervios perdí la noción del tiempo, pero me tienen yo calculo que
habrán sido dos días. Me tuvieron en una oficina y dormía en el suelo, con un
policía siempre custodiándome siempre con una 9 mm desde su escritorio.
Después me enteré que también se encontraban amigos míos, compañeros míos
detenidos. Me interrogaron, nunca me pegaron; querían saber que pensaba yo,
sobre ciertas cuestiones políticas, cuando vieron lo que pensaba políticamente,
me dejaron en paz, tranquilo.
»Un
día vienen y nos dicen ahora los vamos a llevar a Rosario en el
camino no se olviden que esta el río Carcarañá y que cualquier cosas que
ustedes, cualquier problemita que tengamos, les pegamos un tiro en la cabeza y
después lo tiramos al río. Me esposaron junto a otro compañero de la
mano, del brazo y nos meten en un Falcón en el asiento de atrás, bien
escondidos. Llegamos a un lugar en Rosario, nos bajan del auto, nos tapan la
cabeza con una frazada o una capucha, la cuestión es que no veía absolutamente
nada, nos sacan las esposas y subimos unas escaleras, en ese entonces yo pensaba
que era bien angosta la escalera por donde subía, después cuando la vi era
grandísima. Nos hacen parar contra la pared, nos vendan los ojos, y nos hacen
parar con las manos y las piernas abiertas. No sé cuántas horas estuve parado
allí. En un momento determinado siento que uno de mis compañeros grita Ayyy!!!,
y entonces empezaron a decir que ¡este ve!. Parece que tiraban golpes
por abajo entonces cuando vio el golpe, reacciono moviendo la cabeza, entonces
cuando escuche eso, cerré los ojos, porque yo también veía por abajo. Cerré los
ojos y sentía el vientito pero ni me movía. Entonces dijeron el
flaco no ve nada. Después dice uno de los tipos si alguien quiere ir al baño, lo
llevo. Le dije que quería ir. Cuando voy, me pegan un puñete en el
pecho, me quede piola, el flaco se la aguanta,
dijeron. Fui al baño, me saque la venda,
hice y me volví a poner la venda. A todo esto no tenía ni idea de donde
estábamos, ni que me iba a pasar, y mis padres obviamente tampoco sabían
absolutamente nada de mí. Lo único que sabían es que estuve detenido acá en la Comisaría , pero después
de ahí no supieron más a donde yo estaba. De allí nos llevaron a un lugar donde
el sueño me venció y me dormí, también vendado. Me despierta una patada en el
estómago, me incorporo rápidamente y me quedo piola. Cuando paso un rato
empiezo a levantar la venda para ver adonde estaba y veo que éramos cuatro
personas más, y la venda de mi compañero estaba toda como roja, yo pensaba que
era sangre, pensé a este lo mataron a golpes cuando me dormí. La cuestión es
que cuando me di cuenta vi que era pintura roja. Ahora lo cuento y me río pero
en aquel momento no tenía ganas de reír. Bueno después empezamos a hablar entre
nosotros, mis amigos de acá de Cañada que hoy ya no viven aquí, y que se tuvieron
que ir por estas cuestiones. Sentíamos ruidos, movimientos, gente que hablaba,
se reía, ruidos a elementos de cocina, viste vos es en ese estado no entendés
nada. La cuestión es que pasando un día o dos de tenernos ahí abajo en ese
lugar, nos bajan a un sótano, nos sacan la venda y nos encontramos con un
montón de gente. Era el sótano de la alcaldía de Rosario, en la calle Balcarce.
Era un sótano de siete metros por uno con una reja que daba justo a la vereda,
especial para que nos tiraran una granadita y nos vuelen a todos. Allí me
encontré con un montón de gente de todo tipo, que también estaba ahí detenida
por averiguación de antecedentes. Al lado de esa parte grande había una parte
más chica donde estaba la parte de las mujeres. Allí estuve 26 días detenido en
ese sótano, por la noche se escuchaban todo tipo de torturas, arriba se
escuchaba todo. Torturaban a la gente para sacar información y desde allí
salían las patrullas a buscar nuevas víctimas a la calle.
»Mis
padres no sé cómo lograron informarse que yo estaba allí y empezaron a mandar
comida, cigarrillos, esas cosas que a mí nunca me llegaron, pero el último día
me llega de todo, pollo, una caja de cigarrillos grandes. Entonces había un
compañero, que ahora está fallecido, que dice chicos esta es la última cena,
sabiendo, dándose cuenta que al otro día teníamos la libertad. Porque la gente
que bajaba ahí, difícilmente luego fuera desaparecida. Nosotros estábamos ahí
porque realmente éramos inocentes, que no teníamos nada que ver. La mayoría de
los que estaban ahí era porque vivían con alguien comprometido, en el mismo
departamento y los arriaban a todos o como el caso mío que yo militaba en una
organización secundaria que defendía los Derechos Humanos, la inclusión, etc.,
por esa razón fui detenido en averiguación de antecedentes. Efectivamente al
otro día nos dan la libertad y a las ocho de la mañana nosotros contentos, nos
saludaban todos, porque ahí adentro te ibas haciendo amigos. Nos llevan por
toda la alcaldía a poner los dedos por todas las reparticiones, y nos ponen con
los presos comunes. Que quiero decir con esto, que no me torturaron,
físicamente en ningún momento, no recibí ningún daño, pero psicológicamente te
hacen una tortura que termina traumando y mucho. Nos meten en el pabellón de
los presos comunes que son largos, con una reja adelante y celdas, así y al
final el baño… cuando entro me encuentro con una persona de Cañada de Gómez que
estaba detenida, que había ido conmigo a la escuela, y se acerca y me dice quédate
conmigo que no les va a pasar nada. A los presos políticos los meten
con los presos comunes, no es fácil. No había muchos, pero había uno con un
parque en los riñones que lo habían clavado con la pata de esos calentadores
Ecco. Llegamos ahí como a las 10 de la mañana, eran las 8 y no nos bajaban.
Entonces a mí me agarro la locura y empecé a gritar ¡¿Hasta cuándo nos van a tener
acá?!. A los diez minutos nos bajaron. Te das cuenta entonces que eso
es parte de la tortura psicológica, del ablande que te hacen. Cuando salgo afuera
digo ¿cómo voy a mi casa? No tenía plata, no tenía nada y me estaban esperando
mis viejos. Y ahí, bueno empezó otra vida, pero con miedo, miedo, porque vos
decís en cualquier momento… te soltaron, te hacen cagar! Te van a matar.
De a poco uno va saliendo pero el trauma, de hecho a uno de mis compañeros lo
intentaron matar, al poco tiempo que salimos.»
Mucho
no hay para agregar a este testimonio que tiene un valor histórico increíble. Aunque
es preciso decir que el daño que
causaron en la vida de la mayoría de los detenidos duró aún entrada la
democracia, por ejemplo a Roberto le
costó muchísimo insertarse en su trabajo profesional, entrar a la Universidad , obtener
algún cargo público, porque las listas negras existieron, y aún siguen
existiendo.
Finalmente,
quién esto escribe, fue alumno de Roberto Besso en la década del noventa, justo
en los años en que el entonces presidente Carlos Menem indultaba a los
genocidas y cuando entrevisté a Roberto entendí porque nunca nos contó su
historia ya que las cicatrices que dejan esas atrocidades pueden cerrarse pero
el dolor seguirá latente eternamente. Después de cuarenta años de aquella
detención, finalmente pudo contar esa experiencia, y ojala sirva como
testimonio para que los jóvenes se comprometan en la realidad que vivimos y
tomen como ejemplo que muchos como ellos dejaron sus vidas intentando cambiar
el mundo. En memoria de ellos y por respeto a personas como Roberto, tomemos
esas banderas y empecemos a caminar para llegar a tener un país más justo, más
solidario, más equitativo y más igualitario.
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