9 de julio de 1910. Inauguración del Busto de San Martín en la antigua Escuela homónima. Foto de Antonio Vadell. Archivo del Museo Histórico Municipal Elías Bertola |
El Museo Histórico Municipal Elías Bertola,
comparte con ustedes, a través de mi página el exquisito trabajo realizado por
Francisco Trujillo titulado Cañada, en su pasado y mis cosas, escrito allá por
el año 1956.
Recordemos que Trujillo fue un activo
hombre de la ciudad, dirigente político y deportivo, fue concejal del Partido
Demócrata Progresista en varias oportunidades. Hoy comenzamos en el año 1910 y
finalizaremos en el año 1956 cuando concluyó su autobiografía, que a su vez, es
otra mirada de la historia cañadense.
En homenaje de Francisco Trujillo,
comenzamos hoy este nuevo ciclo de historia local llamado Francisco Trujillo:
Cañada, en su pasado y mis cosas.
Primer libro
Este trabajo, que presento en verso, podría
no ser aceptado. Naturalmente debo declarar que no poseo mayores conocimientos
en esta materia, pero no me agrada sobremanera la música en el vocablo, vale
decir, que la rima ajustada o no a la métrica poética, tiene para mí, un
encanto muy grande. Todos mis escritos pueden carecer de la acentuación reglada
que se exige en la poesía, tal falta no me significa un impedimento para
efectuar esta determinación espiritual. Por otro lado, conjuntamente dispuse
narrar parte de mi vida, diciendo la verdad.
Como costumbre usé hasta el presente no dar
a conocer esto mío, tal vez el proceder trájome tranquilidad. Los trabajos y
motivos aquí insertos, simplemente contienen todo el propósito perseguido por
mí, el de una satisfacción personal.
Tengo en esta vida dos amigos que ocupan un
sitial de privilegio en mi ser. El primero se llama Félix Ginto, a quien busco
desde hace muchos años. Mi interés por ubicarlo, constantemente obra por ese
fin, habré algún día de encontrarle, entonces seré mucho más feliz. El segundo
se llama Remo Santiago Amadeo, vive en Rosario en la Av. Francia 735, a ellos les ofrendo
este libro, también a mi Yolanda y a mi Pochi del alma, a mi concuñado Manuel
Ignacio, a Elba, a mis hermanos y sobrinos, a mi madre querida, tesoro eterno
en este mundo, y a todos mis amigos, a los que tanto estimo.
Cañada, en su
pasado y mis cosas
Al
volver a mi pasado, consigo
del
recuerdo todo aquello que ayer
dejo
huella indeleble en el largo tiempo.
Mi
casa, situada en calle Sarmiento,
resulta
en mi recordación, primera
página,
donde fueran esculpidos
mis
lloros, risas y pasos primeros.
Donde
también hubo una quinta grande
con
mucho cultivo y regios frutales,
pareciendo
de nuevo querer aquí
otra
vez regalarme aquellos frutos.
¡Cuantos
años pasaron desde entonces!
Faroles
a kerosene alumbraban
las
calles sombreadas con paraísos;
en
la pared de mi hogar, uno había,
y
todas las tardes con su escalera
el
farolero orgulloso encendía.
Calles
de tierra, aceras de ladrillos,
frentes
desnudos, era el urbanismo;
picos
y palas limpiaban las zanjas
por
donde el agua en torrente pasaba
después
de la gruesa y furiosa lluvia.
Así
era Cañada en aquellos tiempos;
la
gente nunca apurada corría
por
las arterias desiertas, con yuyos
y
llenas de polvo, todo era campo,
y la
ambición de progreso no ataba
a
los espíritus que firme creían
en
el futuro feliz de su pueblo.
El
fonógrafo a cilindro de Alonso
congregaba
a decenas de vecinos
en
las noches estivales de la época
cuando
el Gran Cometa del año diez
Quedó
el día que nos mudamos de barrio,
distante
el antiguo “Almacén del Norte”,
el
negocio y la herrería de Baudino,
y
también el frontón de don Alonso,
y el
cuadrilátero del Club América;
y
pronto se borraron los nombres
aquellos,
y surgen otros distintos
al
de las familias Garat, Quiroga,
Massa,
Alegro, Zaparoli, Alaniz,
Fossati,
Molina, Bianchi y Malori.
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