Abel Romegialli, citado por Trujillo en su historia |
Otro año más en la vida de Trujillo y la ciudad, hoy remarcando a los pioneros de la industria local.
El treinta y ocho
corría bajo el influjo
de un progreso que
venía año tras año
destacando la
importancia futura
de nuestra
benemérita Cañada.
Esos rasgos, que
estaban ya engarzados
en un sólido
pedestal, decían
que no caería de
allí en solo ladrillo,
significando con
ello el esfuerzo
preponderante de
férreos autores
que todo lo dieron
en bien de todos.
Don Abel
Romegialli, Urfe, Troulleé
y otros que escapan
aquí a mi memoria,
esculpieron firme
en sus corazones
la fisonomía de un
pueblo buscando
las alturas a que
llegan los sueños
que se agrandan en
la sinceridad
de los cerebros
capaces, de aquellos
que regando con luz
las nuevas sendas
ayudaron a extirpar
las espinas
que nacieron entre
riscos selváticos
de un mundo por
demás desconocido.
Schnack nos coloca
el primer mojón
sobre huellas que
labraron las carretas
que cruzaron el
suelo de la patria
cuando el indio
pretendía hundir su lanza
en el pecho del
gaucho valeroso
que a sus bueyes
llevaba hacia adelante
después que el
castigo al malón le dio.
Ya para entonces
nuestro pueblo estaba
erguido totalmente
y destacaba
sus torres y
chimeneas que apuntando
sin temblar hacia
infinitas alturas
se conduce a donde
las esperanzas
lo hacen todo
posible y más dichoso.
El ferrocarril nos
lucia sus faros
como soles en las
noches cubiertas,
y le propicia al
cambista el servicio
que en mil súplicas
los de ayer hicieron
cuando tuvieron
miedo aterrador
a las moles que
sobre el riel corrían,
esas, que muy lejos
llevaban todo
el sudor, el
espíritu, el maduro
fruto que el
hombre, honrado campesino,
al mundo como
siempre le brindó;
ya para entonces la
iglesia tenía
su regia torre en
blanco revocada
y la verja de
Martines no estaba
encerrando a la
pequeña cortada
que por mucho a la
plaza separó;
ya para entonces
los bancos lucían
sus amplios y
cómodos edificios
y trasuntando el
sólido poder
que el noble
comercio y la industria daba,
en pronunciado
relieve exponían
ese orgullo que
resultaba, el magno
esfuerzo de un
pueblo que no durmió;
ya para entonces el
campo industrial
era como un
almácigo de máquinas
diseminadas en todo
el perímetro
urbano, cuyo
símbolo surgía
de la vieja
chimenea que la fábrica
de caña en otro
siglo construyó;
ya para entonces la
faz comercial
tenía muy bien sus
contornos moldeados
a pesar de los
quebrantos que ayer
destrozaron con
ahínco agigantando
a muchas firmas que
en ruina dejó
sepultando allí el
acervo moral
de las personas que
tanto perdieron;
ya para entonces
nuestra idiosincrasia
su forma había
cambiado totalmente,
y el acelerado
ritmo de vida
que para ese tempo
nos generaba
más actividad, fue
quien anuló
las horas apacibles
de las tardes
de ensueños, y fue
el que también quitó
el tranquilo andar
de toda la gente
que sembrando dulce
amistad vivió,
y así también
nues65a fisonomía
edilicia en grandes
rasgos cambió
estando levantadas
a los cuatro ´
vientos, regias
mansiones donde ayer
solo hubo ranchos
de crudos adobes,
o baldíos repletos
de lagartijas
que bajo el sol
radiante del estío
como el rayo
corrían entre el pajar
en busca de sus
cuevas salvadoras
cuando las colas
les quise cortar;
ya para entonces
nuestro gran Oscar
había partido. Su
muerte inclinó
las frentes de
cuantos e conocieron,
y aquí, en el
homenaje que le rindo,
esta puesto mi
sincero sentir;
a esa fecha, como
él, varios amigos
que en otrora en
esta vida ocuparon.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario