Estamos
viendo con preocupación como desde el Gobierno Nacional se está volviendo a
prácticas desarrolladas durante la dictadura cívico-militar entre los años
1976/1983. Quizás algunos por sus años de juventud, o por no estar
interiorizado en el tema no se estén dando cuenta. Ahora repasemos muy
brevemente que sucedió en Argentina y en nuestra ciudad durante estos casi 40
años.
La
persecución de artistas comenzó un tiempo antes de la llegada de Videla y
compañía al poder, cuando el nefasto López Rega a través de la Triple A comenzó
la caza de artistas, la mayoría de ellos populares que simpatizaban con ideas
contrarias al accionar del grupo parapolicial. Podemos recordar a Mercedes
Sosa, Luis Brandoni, Nacha Guevara, Norman Briski, Héctor Alterio, Horacio Guarany,
Fernando Pino Solanas, Piero, entre otros.
Ahora bien, ese "Genocidio cultural" como lo denominó el
escritor Julio Cortázar, fue agravado aún en el gobierno de facto de Jorge
Rafael Videla, la caza de brujas se agranda más, donde doscientos cuarenta y
uno fueron los "desaparecidos culturales", decenas de artistas fueron censurados por su "diferente
manera de pensar", y muchos de ellos tuvieron que exiliarse en otros
países. Entre los censurados entre el 76 y 83 podemos citar a Víctor Heredia,
León Gieco, nuevamente Horacio Guarany y Piero, María Elena Walsh, César
Isella, Litto Nebbia, Moris, Gianfranco Pagliaro y Aída Bortnik; además desde
Europa las voces argentinas se hacían oír. Las listas negras fueron
confeccionadas por el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación en el
primer período de los años de plomo. El plan secreto se llamó "Operación
Claridad" y estaba a cargo de la oficina de recursos humanos. Los
cantantes eran de los más peligrosos por la masividad que adquirían sus canciones,
las cuales no podían ser oídas por el resto de la población porque sus letras
no se consideraban "aptas para ser difundidas". Según el Comité
Federal de Radiodifusión (COMFER), el régimen militar prohibió la difusión de
más de 200 temas entre 1978 y 1983. "Cantantes cuyas letras se consideran
no aptas para ser difundidas por los Servicios de Radiodifusión".[i]
En
el terreno de la cultura la llegada de Alfonsín al poder en 1983 marcó un
cambio de estilo en la gestión que dio sus frutos de inmediato. El cine, el
teatro y las artes visuales recibieron un espaldarazo con la designación de las
personas correctas en el momento justo, como fueron Carlos Gorostiza, Manuel
Antín, Teresa Anchorena, Guillermo Whitelow, Pacho O' Donnell y Osvaldo Giesso.
Los resultados no se hicieron esperar. Era un momento de esperanza en el que
muchos sueños parecían posibles. Y lo fueron. En 1986, Alfonsín compartió con
Luis Puenzo la alegría por el Oscar a la mejor película extranjera que recibió
en Hollywood "La historia oficial".[ii]
Vale recordar al Grupo Esmeralda quién colaboró intelectualmente con Alfonsín
durante gran parte de su gestión. Posteriormente llegamos al Menemismo donde la
Pizza y el Champagne fueron las vedettes de esos diez años, mujeres como Susana
Giménez, Moria Casan, la vuelta de Mirtha Legrand a los medios, la llegada a la
política de Palito Ortega, el soldado Chamamé, Carlos Reutemann, los reality´s
show, la falta de ayuda económica al cine y al teatro sumado al negocio de los
grandes medios como el grupo Clarín lograron la precarización de los
trabajadores de la cultura. La asunción de Fernando de la Rúa era tomada como
el “Cambio” a la etapa del Menemismo, lamentablemente fue una continuación del
mismo donde la cultura estuvo en manos del Grupo Sushi con Darío Lopérfido y
Hernán Lombardi, hoy funcionarios de Macri, entre sus caras visibles. La crisis
del 2001, no solamente fue económica sino que de la mano de la protesta
surgieron nuevos movimientos culturales, más cercanos al pueblo que
manifestaban a través de la música, la pintura, la escritura y el dibujo la
realidad de esos años. Al asumir Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003, uno de
los pilares de su gobierno fue la resurrección de aquella utopía cultural que
se vio frustrada en los setenta sumada a la emergente a partir del año
2000, donde la gestión cultural en su
aspecto democratizador se desarrolló de manera clara. Fueron constituyéndose
proyectos de federalización de la cultura con el objetivo de descentralizarla y
hacerla accesible para los lugares más periféricos del país. Al calor de la
democratización de estas manifestaciones culturales, comenzaron a desarrollarse
eventos artísticos, talleres y charlas a lo largo y lo ancho del territorio
nacional. A través de esos pasos, el kirchnerismo fue moldeándose en dicha
área, rompiendo visceralmente con estrategias culturales de los gobiernos
precedentes.
En
nuestra ciudad tuvimos distintas etapas donde la cultura era dirigida desde la
oscuridad en la dictadura cívico-militar, donde a pesar del surgimiento de
nuevos artistas, las actividades estaban desarrolladas directamente hacia un
grupo social de elite. Crecieron espacios como Ronda Musical, peñas
particulares y algunos boliches donde los nuevos grupos culturales tuvieron su
espacio de crecimiento. Una vez llegada la democracia, se abrieron nuevas
puertas, nuevos espacios para los movimientos como la recordada Casa de la
Cultura ubicada en Sarmiento y Centenario, intervenciones artísticas en lugares
públicos hasta llegar a nuestros tiempos donde desde el municipio y empresas
privadas se apoyan muchísimas actividades de todos los rubros. Lamentablemente,
con la llegada del Macrismo, vemos peligrar muchos de esos logros culturales,
donde algunos pretenden volver a manejarla desde la oscuridad, haciendo el
papel de Monje Negro, o mejor dicho, mostrar a la sociedad que son buenos pero
detrás de ellos se esconden las mayores de las
perversidades.
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