HISTORIAS DE NOTICIAS IV

Marcos Albonico, director de Nueva Era


El Semanario Nueva Era fue fundado por su director Marcos Luis Albónico en abril de 1930 y salió a las calles cañadenses hasta el 9 de enero de 1931. Albónico fue además un reconocido dirigente deportivo, siendo el primer secretario del Tic Tac Basket Ball Club y posteriormente presidente de Newell´s Old Boys. Otros en cambio lo recuerdan en su trabajo de ferroviario, donde ocupó la jefatura relevante de la Estación Cañada de Gómez.


El periódico que hoy vamos a recordar en su tapa describía que en sus hojas podíamos leer informaciones de Comercio, Industria, Sociales, Deportes e Interés General y desde cada viernes en su sede ubicada en Tortugas 1029 comenzaba el recorrido en los hogares de la ciudad.  Pero no sólo en la Cañada de tierra húmeda se leía Nueva Era, donde el pavimento todavía descansaba en el horizonte de las grandes ciudades, ya que el radio de llegada cubría los pueblos de Saira, Bouquet, Carcarañá, San Jerónimo Sud, Armstrong, Gálvez, Correa, María Susana y Marcos Juárez.

Ahora bien comencemos a repasar algunas de las noticias ocurridas en 1930, por ejemplo el cambio de Jefe de Correo posterior a la partida de Benjamín Chiarlone y de un breve interinato expresaba que «después de una vacancia no prolongada, ha sido nombrado Jefe de la Oficina de Correos local, el señor Vicente Pérez, terminando así el interinato que venía desempeñando con el beneplácito público, el señor Gaspar Ciliberto. Muchos son los problemas que han de exigirle al señor Pérez, preferente atención, ya que la oficina local de Correos ha venido desenvolviendo su vida en un pauperismo absoluto de ese cuidado que debió prestársele, para que estuviera en concordancia con las necesidades siempre crecientes de la población...»[1] Algo que caracterizaba a los medios de comunicación de entonces era dar a conocer los viajes, compromisos, bailes y hasta enfermedades de los vecinos. Pero lo apreciable de este semanario es el toque literiario, respetuoso y hasta a veces arriesgado por esos tiempos en que se anoticiaban los sucesos, por ejemplo el suicidio de una niña donde sin el dramatismo de la situación se dio a conocer la muerte sin nombrar a la víctima...

«Una honda pesadumbre muerde al corazón, cuando se comprueba que flotan, como las algas en el mar, sobre los sentimientos humanos la opacidad mortificante de la inconsciencia y vacila uno de asomarse al fondo de las almas, para no penetrar en las tinieblas dolorosas del vacío. Un niña, criatura casi, en la desesperación de su inexperiencia, ingirió días atrás una dosis de veneno para suicidarse, porque en el delirio de si irreflexión, creía resolver así el para ella, inquietante problema de la distancia. Cuando el veneno empezó a notar sus efectos y la niña gritó su dolor, los padres de la suicida corrieron uno tras otro hasta el doctor, distante unos poco metros, reclamando su asistencia profesional, sin conseguirlo. Después de una hora de tiempo, cuando otro doctor concurrió a la casa de la menor, llegaba tarde. La niña moría en medio de los dolores que le produjo el veneno... No nos interesa saber si pudo o no haberse salvado la enferma de haber concurrido en el acto. Nos interesa saber como un doctor se negó a intentar disputarle una víctima a la muerte.»[2]  

Dos días después de esta tragedia, otro cañadense decide suicidarse con cianuro y, en el semanario, Albónico reclamó una norma acerca de la venta de ese veneno, sería «una medida acertada, pues, aunque un comercio pague patente no le autoriza para se aliado infalible de la muerte. Y el poco escrúpulo de algunos farmacéuticos, como el que motiva estas líneas, no puede ser considerado comerciante honesto.»[3]

Desde sus páginas marcó los errores de las gestiones municipales del radical Dr. Alejandro Abaca y de su reemplazante durante la primera dictadura militar el señor David Miles. «Cuesta creer a quién no conoce la ciudad el pobre aspecto de aldea que presenta. El desgano en sacudirse del atavismo que ata sus nervios a costumbres ajenas a sus pretensiones y a su encumbramiento, y a la indeferencia por todo lo que siendo acción debe transformarse en progreso»[4], así podemos empezar a releer las críticas de entonces agregando «muchas ocasiones en nuestro deambular diario, nos ha ocurrido el darnos una palmada en la frente para recordar que éramos habitantes en una ciudad; bien que para convencernos de ellos, debamos retrotraer el pensamiento a la fecha en que por uno de esos azares de la suerte, se nos hizo el presente griego de quitarle a esta villa el título de aldea para adjudicarle el de ciudad, aunque en sus manifestaciones de vida tal calificativo le quede un poco holgado...»[5] Continuando con la descripción de los problemas que vivían los cañadenses, la pluma de Albónico decía que

«Parodiando aquel adagio árabe que dice siéntate a la puerta de tu casa y veréis pasar a tu enemigo, decimos, cada lluvia que arrojen las nubes nos darán la razón de nuestro empecinamiento con las calles malas. Las canaletas, de capacidad insuficiente para contener la afluencia de las aguas desbordaban el líquido elemento por las veredas, tapaban las alcantarillas y subiendo muchos centímetros al nivel, se colaba en las casa por zaguanes y puertas. (...) Si no estamos mal informados, debe existir entre el fárrago de Ordenanzas Municipales, una relacionada con la prohibición de arrojar las aguas servidas y basuras a las calles, pues depositándose en las cunetas no sólo dan un aspecto poco agradable, sino que al corromperse se convierten en semilleros de microbios y con ello, en vehículo inevitable de pestes y otras chucherías.»[6]

Finalizando algunos de los puntos que se remarcaba a la falta de presencia municipal, el arroyo por aquellos años cada vez que desbordaba dejaba aislada una gran parte de la ciudad sobre el barrio del Hospital. También recordaban sus hojas la tan prometida construcción de un mercado popular y la desidia en la higiene pública.

Nos sorprende leer por primera vez que durante ese año Cañada de Gómez tuvo la llegada de Gitanos, como popularmente se los conoce, y no pasó por alto en Nueva Era ese problema donde decía que la ciudad en la zona del Club América «se ha convertido desde principios del mes pasado, a causa de la desocupación que reina en estos momentos, en el Hotel de Inmigrantes, adjetivo este que cuadra a las mil maravillas, puesto que en él se albergan gran cantidad de inmigrantes, en su mayoría súbditos de la lejana Rusia y polacos, quiénes en realidad no hermosean el aspecto del lugar, todo lo contrario. Esparcidos en grupos más o menos numerosos, sus ropas, frazadas y un inmenso traperio penden de los alambrados, dando la sensación que estamos en presencia de una tribu de gitanos o de una de esas exóticas ferias de algunas ciudades del Asia Menor y Arabia...»[7]

Por lo que también descubrimos es que las calles cañadenses no eran por demás de tranquilas, sobre todo si tenemos en cuenta la grave crisis económica que vivía el país. Bajo el título de Vagancia, en las amarillentas páginas del semanario leemos que «Cañada de Gómez, ciudad. Cañada de Gómez, pueblo. Cañada de Gómez, en general. Tenéis un ejército tan numeroso e instruido en su arte, que si este fuera en provecho tuyo, poderosa te consideraría. La vagancia que asentó sus reales en esta ciudad haciéndola víctima de nefastas consecuencias. La vagancia que día a día se inocula en los libres de este pueblo, haciendo más estragos en las familias que el peor bacilo en la humanidad.»[8] Otro informe denominado ¡Bárbaros!, nos anoticiaba de un abuso a una menor en la zona de los prostíbulos...

«No habíamos terminado de comentar los resabios de barbarie que nos agitan, cuando una trailla (sic) de sujetos, productos del hampa y con todas las taras del prostíbulo, acaudillados por unos niños bien engominados, saciaron sus instintos de bestias en dos menores de edad, hijas del pueblo. Todos estos bárbaros que visten bien se habrán refocilado al recuerdo de la hazaña cometida, y batirán palmas al saberse exentos de castigos por la infamia, ya que los entregadores se encontraban catalogados en un plano social superior (...) Y mañana tal vez, cuando los héroes principales de esta acción, gloriosa para ellos por lo repugnante, pavoneen sus figuras de conquistadores en los salones que le dan albergue, han de sentir el acicate de sus miserias morales gritándoles insistentemente se relajación, su pobreza de alma, de sentimientos y de cerebro, y para alguno, las notas musicales que se escapen al violín han de contener la detonante armonía de los gritos destemplados de la menor pidiendo socorro, ante el vejamen y los palos, con que culminaron su obra.»[9]

Entre sus anunciantes podemos destacar al recordado Bar Parón, donde Carlos Gardel en su visita a la ciudad el 15 de junio de 1930 tomó un aperitivo, describiendo el lugar como «agradable cuando se puede hablar de un comerciante en un sentido que constituya un aplauso para el mismo, máxime si este se tributa como un simple reflejo a la obra del elogiado, tal es el caso del señor Francisco Parón. Al traslado de su negocio de bar a la calle Moreno y Rivadavia, anexó un recreo para familias, que unidos a las canchas de bochas y juego al Sapo, ha venido a ser el centro obligado de la juventud por sus expansiones tranquilas, y de las personas serias por el ambiente que se respira en este establecimiento.»[10]

En lo deportivo hay muchísima información, pero lo más rescatable es que podemos apreciar una formación de los pioneros del rugby en la ciudad, cuyo equipo se llamaba Rugby Club y formaba con Cuello; Girolamo y Mascotti; Chiara, Avalis y Fernández; Santucho, Brossa, Perrone, Acuña y Gaitez.

Para finalizar, este recuerdo de una etapa de nuestro periodismo, vamos a citar su defensa ante la crítica a sus escrituras cuando Albónico en uno de sus primeros números culminó una nota diciendo «...seguiré siendo el que soy, sin preocuparme más de esas críticas rastreras, que no me llegarán a mi, haciéndome el efecto de cuzquitos ladrándole a la luna...» [11]



[1] Nueva Era, mayo de 1930.
[2] Nueva Era, 21 de marzo de 1930.
[3] Nueva Era, 21 de marzo de 1930.
[4] Nueva Era, 21 de marzo de 1930.
[5] Nueva Era, 14 de marzo de 1930.
[6] Nueva Era, 11 de abril de 1930.
[7] Nueva Era, 21 de marzo de 1930.
[8] Nueva Era, 25 de julio de 1930.
[9] Nueva Era, 6 de junio de 1930.
[10] Nueva Era, 14 de marzo de 1930.
[11] Nueva Era, mayo de 1930.

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