Fue el gran médico sanitarista que tuvo el país. Desde el Ministerio de Salud del primer gobierno peronista plasmó su idea de que los avances científicos sólo cobran valor cuando llegan a los humildes. Dejó una obra monumental. Murió en el exilio, pobre y difamado.
Del Frade: "La provincia tiene una democracia de muy baja intensidad"
El periodista y candidato a diputado provincial por Proyecto Sur, Carlos Del Frade, cuya banca es cuestionada por Unión Pro Federal, estuvo en Sin Mordaza TV para manifestarse sobre la "ilegalidad" que lleva la anulación de su ingreso a la Legislatura.
Parque Municipal “Juan Domingo Perón”
El 16 de setiembre de 1940, Antonio Bardone apoderado de la Sucesión de Santiago Bardone donó a la provincia de Santa Fe cien mil metros cuadrados, para la construcción del Parque y Campo de Deportes de la ciudad de Cañada de Gómez. Recién en marzo del año siguiente el municipio cañadense tomó posesión del inmueble. El 28 de noviembre de 1942 se inauguró el Parque Municipal siendo intendente municipal Isidoro Martin. Durante el gobierno justicialista se designó como “Juan Domingo Perón” al Parque Municipal siendo esta denominación retirada en 1955 cuando fue derrocado el General. Recién en 1975, por ordenanza 1017 se restituyó el nombre al actual Parque.
Funcionarios del Ministerio de Planificación Federal de la Nación visitaron obras con la intendenta Stella Clérici
Esta tarde, la intendenta de Cañada de Gómez, Dra. Stella Clérici, recibió la visita de funcionarios del Ministerio de Planificación Federal de la Nación en cabezada por el subsecretario de Vivienda, Arq. Luis Bontempo, entre otros. También recibió al intendente de Rafaela y candidato a diputado nacional, Ing. Omar Perotti, quien estuvo acompañado por el intendente de Las Parejas, Heraldo Mansilla, y por el senador Norberto Betique.
Se hicieron visitas a diferentes obras públicas en ejecución, ampliación de la red de cloacas en el Barrio “Las Piletas”; trabajos en el conducto de calle Moreno tanto en el tramo comprendido entre 7 de octubre y Tortugas como lo ejecutado en la zona sur desde las vías férreas hasta Bv. López; canalización y desmalezamiento del arroyo Cañada de Gómez y sus obras complementarias como la presa retardadora que avanza a pasos agigantados en la zona oeste fuera del radio urbano.
Los funcionarios verificaron que las obras se ejecutan en tiempo y forma corroborando lo que la intendenta Clérici destacó días pasados en su visita al gobierno nacional.
También se visitó el Parque Industrial que posee 26 empresas radicadas con varias produciendo allí. Este es el sector de mayor crecimiento y desarrollo de los últimos años. Su capacidad está colmada y se estudia la realización de una ampliación. Es de destacar que este sector posee una variada gama de industrias que van desde el rubro muebles, agroquímicos, estructuras metálicas, insumos para decoración, implementos y maquinarias agrícolas, etc.
Entre los temas conversados con Perotti, la intendenta le solicitó que si llega a ser diputado Nacional se comprometa con gestionar planes de viviendas y la ejecución de escuelas para la ciudad.
Agustín Rossi visitó la ciudad de Cañada de Gómez
En la mañana de hoy el candidato a gobernador por el Frente para la Victoria Agustín Rossi visitó la ciudad, estuvo presente en el despacho de la intendente municipal Stella Clerici, quién fue acompañada por sus candidatos a concejales Guillermo Virgili, Juan Carlos Tocalli, el candidato a senador provincial Norberto Betique y cientos de militantes.
Rossi, prometió trabajar para recuperar estos cuatros años perdidos de la gestión socialista, comparó la inversión en obras públicas desde 2006 en adelante donde se ve claramente que Binner invirtió tres veces menos que el anterior gobernador el Ing. Obeid.
También remarcó que el período de mayor crecimiento del país, esta provincia sólo ha crecido un 6% cuando en la media nacional fue más del doble.
Adujo que de los tres candidatos que prefieren los santafesinos, según las encuestas, sólo él ha dado un claro panorama de su futuro gobierno. Del Sel no le cayó una idea y Bonfatti no pudo explicar lo que no se hizo y volvió a prometer lo que no se cumplió.
La intendente Clerici recordó que del gobierno socialista no recibió una sola ayuda.
Duhalde pronostica un "golpe" que hará "sucumbir" al gobierno
Teniendo muy presente la historia argentina, sobre todo la del último cuarto del siglo XX, las palabras "golpe" y "sucumbir" vinculadas en una misma frase, tienen una connotación boligerante propia de épocas no democráticas. Y si se tiene también en cuenta quién las pronuncia, la connotación es inequívoca.
Eduardo Duhalde, de campaña por el norte del país, anunció que "estamos trabajando muy fuerte, la elección del 14 de agosto va a ser clave para el futuro del país, quien quede primero de la oposición va a revivir la avalancha de votos de la gente que se siente agredida por este Gobierno".
Pero también dijo por Radio 10, desde Salta: "El Gobierno va a tener un golpe muy fuerte en Santa Fe y va a sucumbir en Córdoba". Los argentinos ya sabemos qué signifca "golpe" y "sucumbir" significa tanto ceder, someterse, como morir, perecer...
El militar prusiano Carl von Clausewitz, en su tratado "De la guerra", sostenía que "la guerra es la continuación de la política por otros medios". Duhalde, como nos tiene acostumbrados, invierte la ecuación y pretende convertir en guerra -con los medios que le son propios- lo que es una campaña electoral. Lo delata su lenguaje.
Será porque ése es el único método que conoce para llegar a la presidencia...
Diario Registrado
Dorrego, el primer líder popular
Le decían "el loco", por sus irreverencias militares que enfurecían a San Martín y Belgrano. Pero desde el gobierno intentó aplicar un muy cuerdo plan de desarrollo productivo y organización nacional. Tocó intereses que explican el tamaño y la saña final de sus enemigos.
Por Hernán Brienza
Manuel Dorrego, nacido el 11 de junio de 1787 y fusilado 41 años después por Juan Galo de Lavalle, fue revolucionario en Santiago de Chile, soldado y eficaz coronel del Ejército del Norte, exiliado político, periodista –fundador del diario El Tribuno–, legislador nacional y gobernador de la provincia de Buenos Aires. Vehemente, díscolo, insubordinado, apasionado, pagó con su muerte los aciertos de su vida política: haberse mantenido fiel al pensamiento republicano y democrático y, sobre todo, haber sido el primer líder popular de la Argentina. Sin embargo, en comparación con su grandeza, es el gran olvidado de la historia nacional.
"Jacobino y liberalísimo", como lo definió José Ingenieros en su libro La evolución de las ideas argentinas, es heredero de la línea fundada por Mariano Moreno y profundizada por Bernardo de Monteagudo tras las jornadas de Mayo de 1810. Es, también, un caso singular: republicano y federal, ilustrado y popular, porteño y bolivariano, liberal pero nacionalista, Dorrego.
El "loco"
Manuel Críspulo Bernabé –tal era su nombre completo– fue el quinto y ultimo hijo de una próspera y comercial familia de portugueses, lo que significaba en la Buenos Aires colonial poco menos que un enemigo de la corona española. Dorrego estudiaba Derecho en Santiago de C hile cuando lo sorprendió la Revolución de Mayo, por eso no participó del proceso en su ciudad natal, pero sí tuvo una destacada participación en el alzamiento trasandino de junio.
Fue el primer patriota que cruzó la Cordillera de los Andes a cargo de un ejército. Lo hizo en 1811, seis años antes que José de San Martín, sólo que en sentido inverso, desde Chile a la Argentina, con tres contingentes de 300 hombres por vez.
Durante los años siguientes, Dorrego fue coronel del ejército del Alto Perú, bajo las órdenes de Manuel Belgrano, y con su valiente accionar al mando de los Cazadores –la tropa de elite– se obtuvieron las victorias de Tucumán y Salta, definitivas para consolidar el poder de la Primera Junta. Enseguida, fue sancionado por alentar a que dos soldados se batieran a duelo. Quedó confinado en Jujuy, mientras ocurrían los desastres de Vilcapugio y Ayohuma, derrotas que –según Belgrano– no se habrían producido si Dorrego hubiera estado al mando de los Cazadores. Cuando San Martín se presentó ante Belgrano para reemplazarlo se produjo uno de los hechos más insólitos de la historia militar argentina. En una ronda de unificación de voces de mando, Dorrego se burló de la voz finita de Belgrano y fue separado definitivamente de ese ejército. Ya se lo conocía entre la tropa como "El loco Dorrego".
Hasta 1816, por recomendación de San Martín que encontraba así un punto de equilibrio salvaguardando la autoridad de Belgrano sin prescindir de Dorrego en la lucha por la independencia, participó de las batallas en la Mesopotamia contra las fuerzas artiguistas. Pero cuando averigua que el director supremo Juan Martín de Pueyrredón había negociado con el Imperio del Brasil la entrega de la Banda Oriental para sacarse de encima a Artigas y al mismo tiempo trasladar recursos de esa guerra al cruce de los Andes, Dorrego prepara la defensa uruguaya. Pueyrredón ordenó apresarlo y desterrarlo a Baltimore, Estados Unidos. En pleno viaje, el barco es asaltado por piratas y a punto estuvo de ser fusilado cuando la nave fue detenida en Jamaica. Pudo explicar a tiempo que era doble prisionero: del poder de Buenos Aires y de los bucaneros.
En Norteamérica, se enamora de las ideas federales y cuando regresa a Buenos Aires, en 1820, ya no es un jovencito díscolo: es todo un hombre político.
El cuerdo
En esta segunda etapa de su vida, Dorrego enfrentó desde la prensa y la Legislatura a los unitarios cuyo hombre fuerte era Bernardino Rivadavia. Desde su banca abogó por el voto popular, libre y sin coacciones y la extensión del sufragio a todos los sectores de la sociedad, incluso para los humildes que tenían vedado el acceso a los derechos políticos, por ejemplo, los jornaleros o los empleados domésticos.
Quizás el discurso más interesante que dio fue el del 29 de septiembre de 1826. Ese día delineó su proyecto de un país federal sostenido en economías regionales viables con mayor racionalidad que el centralismo unitario basado en la especulación financiera y aduanera. Dorrego buscar germinar la idea de una gran federación republicana que incluyera no sólo a la Banda Oriental sino también a los estados del sur de Brasil –los actuales departamentos de Río Grande, San Pablo y Porto Alegre–, al Paraguay y al territorio de Bolivia, independizado en 1826 gracias a la desidia de los rivadavianos. Y completa el trípode doctrinario abogando por un republicanismo no elitista, basado en la legitimidad popular: "No sé que se pueda presentar el ejemplo de un país, que constituido bien bajo el sistema federal, haya pasado jamás a la arbitrariedad y al despotismo; más bien me parece que el paso naturalmente inmediato es del sistema de unidades al absolutismo…".
Caído Rivadavia en 1826, tras la deshonrosa paz firmada con el Brasil, y disuelto ya el fraudulento proceso de constitucionalización de la República, Dorrego asumió el gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Hay que descifrar las claves de su gestión para entender el tamaño y la saña final de sus enemigos. Acusó de "aristocracia mercantilista" a las autoridades del Banco Nacional, que entonces era el centro del poder económico. Los créditos de esa banca, dominada por intereses británicos, habían engendrado la monstruosa deuda externa de 13.100.795 pesos, que sólo era de un millón al comienzo del gobierno de Rivadavia. Muy poca de esa plata podía verse en obras y mucha en renegociación de deuda y comisiones de intermediarios.
Dorrego apuntó a un empréstito interno, con la plata de los sectores productivos –no especulativos– y a una tasa reducida que limitara la usura. Envió a la Legislatura en 1828 –año de su fusilamiento– un proyecto para transformar el Banco Nacional en Banco de la Provincia de Buenos Aires, con capitales de comerciantes y hacendados locales, que pusiera esa entidad al servicio de un proyecto nacional. Sancionó la ley de curso forzoso con inconvertibilidad de la moneda en metálico para detener la estruendosa fuga de capitales –episodio final de todas las experiencias de economía liberal en estos 200 años patrios–, en este caso de plata que se escurría en buques de bandera inglesa.
Pero Dorrego tuvo que gobernar con una bomba de tiempo que le había dejado el gobierno rivadaviano: una fabulosa inflación ocasionada por la devaluación del peso respecto de la libra por la sobreemisión de billetes realizadas por el Banco Nacional que a su vez lo ahogaba restringiéndole créditos.
El representante de la corona británica, Lord Ponsonby, advirtió que las potencias europeas podían invadir la Provincias Unidas. Tras un año y medio de gestión, Dorrego también estaba políticamente débil. Traicionado por sus embajadores, y obligado a firmar la paz con el Brasil, la suerte estaba echada. Cuando las experimentadas tropas del ejército regular volvieron de la Banda Oriental, el golpe de Estado se olía en el aire. La noche del 30 de noviembre, en una tenida masónica, los unitarios decidieron derrocar al gobierno legal y legítimo y fusilar a Dorrego. El encargado de llevar adelante el plan era Lavalle. A la mañana siguiente, las tropas realizaban el primer golpe de Estado de la historia argentina. Dorrego pidió ayuda militar a Juan Manuel de Rosas, jefe de las fuerzas de la campaña. Y combatió el 9 de diciembre en los campos de Navarro. Quince minutos le bastaron a los experimentados coraceros de Lavalle para poner en fuga al improvisado ejército de gauchos e indios que habían podido reunir los federales. Días después, Dorrego fue apresado y conducido hasta la estancia de Navarro donde lo esperaba Lavalle. Era el mediodía del 13 de diciembre de 1828. Lavalle ya había firmado la sentencia de muerte, a instancia de Salvador María del Carril y los hermanos Varela. Dorrego tenía apenas un par de horas para despedirse de su mujer, Ángela Baudrix, y sus hijas. Minutos después de la 14 fue llevado al patíbulo. Una escena conmovedora se produjo en ese lugar: Gregorio Aráoz de Lamadrid y Dorrego –enemigos políticos pero compadres– intercambiaron chaquetas militares. Dorrego murió con la casaca unitaria y Lamadrid cargaba la camisa federal. Su asesinato cambió los códigos de la política criolla del siglo XIX. Después de esa descarga de fusilería ya nada volvería a ser igual: comenzaba la larga guerra civil que ensangrentó durante cuarenta años la historia argentina.
Por Hernán Brienza
Manuel Dorrego, nacido el 11 de junio de 1787 y fusilado 41 años después por Juan Galo de Lavalle, fue revolucionario en Santiago de Chile, soldado y eficaz coronel del Ejército del Norte, exiliado político, periodista –fundador del diario El Tribuno–, legislador nacional y gobernador de la provincia de Buenos Aires. Vehemente, díscolo, insubordinado, apasionado, pagó con su muerte los aciertos de su vida política: haberse mantenido fiel al pensamiento republicano y democrático y, sobre todo, haber sido el primer líder popular de la Argentina. Sin embargo, en comparación con su grandeza, es el gran olvidado de la historia nacional.
"Jacobino y liberalísimo", como lo definió José Ingenieros en su libro La evolución de las ideas argentinas, es heredero de la línea fundada por Mariano Moreno y profundizada por Bernardo de Monteagudo tras las jornadas de Mayo de 1810. Es, también, un caso singular: republicano y federal, ilustrado y popular, porteño y bolivariano, liberal pero nacionalista, Dorrego.
El "loco"
Manuel Críspulo Bernabé –tal era su nombre completo– fue el quinto y ultimo hijo de una próspera y comercial familia de portugueses, lo que significaba en la Buenos Aires colonial poco menos que un enemigo de la corona española. Dorrego estudiaba Derecho en Santiago de C hile cuando lo sorprendió la Revolución de Mayo, por eso no participó del proceso en su ciudad natal, pero sí tuvo una destacada participación en el alzamiento trasandino de junio.
Fue el primer patriota que cruzó la Cordillera de los Andes a cargo de un ejército. Lo hizo en 1811, seis años antes que José de San Martín, sólo que en sentido inverso, desde Chile a la Argentina, con tres contingentes de 300 hombres por vez.
Durante los años siguientes, Dorrego fue coronel del ejército del Alto Perú, bajo las órdenes de Manuel Belgrano, y con su valiente accionar al mando de los Cazadores –la tropa de elite– se obtuvieron las victorias de Tucumán y Salta, definitivas para consolidar el poder de la Primera Junta. Enseguida, fue sancionado por alentar a que dos soldados se batieran a duelo. Quedó confinado en Jujuy, mientras ocurrían los desastres de Vilcapugio y Ayohuma, derrotas que –según Belgrano– no se habrían producido si Dorrego hubiera estado al mando de los Cazadores. Cuando San Martín se presentó ante Belgrano para reemplazarlo se produjo uno de los hechos más insólitos de la historia militar argentina. En una ronda de unificación de voces de mando, Dorrego se burló de la voz finita de Belgrano y fue separado definitivamente de ese ejército. Ya se lo conocía entre la tropa como "El loco Dorrego".
Hasta 1816, por recomendación de San Martín que encontraba así un punto de equilibrio salvaguardando la autoridad de Belgrano sin prescindir de Dorrego en la lucha por la independencia, participó de las batallas en la Mesopotamia contra las fuerzas artiguistas. Pero cuando averigua que el director supremo Juan Martín de Pueyrredón había negociado con el Imperio del Brasil la entrega de la Banda Oriental para sacarse de encima a Artigas y al mismo tiempo trasladar recursos de esa guerra al cruce de los Andes, Dorrego prepara la defensa uruguaya. Pueyrredón ordenó apresarlo y desterrarlo a Baltimore, Estados Unidos. En pleno viaje, el barco es asaltado por piratas y a punto estuvo de ser fusilado cuando la nave fue detenida en Jamaica. Pudo explicar a tiempo que era doble prisionero: del poder de Buenos Aires y de los bucaneros.
En Norteamérica, se enamora de las ideas federales y cuando regresa a Buenos Aires, en 1820, ya no es un jovencito díscolo: es todo un hombre político.
El cuerdo
En esta segunda etapa de su vida, Dorrego enfrentó desde la prensa y la Legislatura a los unitarios cuyo hombre fuerte era Bernardino Rivadavia. Desde su banca abogó por el voto popular, libre y sin coacciones y la extensión del sufragio a todos los sectores de la sociedad, incluso para los humildes que tenían vedado el acceso a los derechos políticos, por ejemplo, los jornaleros o los empleados domésticos.
Quizás el discurso más interesante que dio fue el del 29 de septiembre de 1826. Ese día delineó su proyecto de un país federal sostenido en economías regionales viables con mayor racionalidad que el centralismo unitario basado en la especulación financiera y aduanera. Dorrego buscar germinar la idea de una gran federación republicana que incluyera no sólo a la Banda Oriental sino también a los estados del sur de Brasil –los actuales departamentos de Río Grande, San Pablo y Porto Alegre–, al Paraguay y al territorio de Bolivia, independizado en 1826 gracias a la desidia de los rivadavianos. Y completa el trípode doctrinario abogando por un republicanismo no elitista, basado en la legitimidad popular: "No sé que se pueda presentar el ejemplo de un país, que constituido bien bajo el sistema federal, haya pasado jamás a la arbitrariedad y al despotismo; más bien me parece que el paso naturalmente inmediato es del sistema de unidades al absolutismo…".
Caído Rivadavia en 1826, tras la deshonrosa paz firmada con el Brasil, y disuelto ya el fraudulento proceso de constitucionalización de la República, Dorrego asumió el gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Hay que descifrar las claves de su gestión para entender el tamaño y la saña final de sus enemigos. Acusó de "aristocracia mercantilista" a las autoridades del Banco Nacional, que entonces era el centro del poder económico. Los créditos de esa banca, dominada por intereses británicos, habían engendrado la monstruosa deuda externa de 13.100.795 pesos, que sólo era de un millón al comienzo del gobierno de Rivadavia. Muy poca de esa plata podía verse en obras y mucha en renegociación de deuda y comisiones de intermediarios.
Dorrego apuntó a un empréstito interno, con la plata de los sectores productivos –no especulativos– y a una tasa reducida que limitara la usura. Envió a la Legislatura en 1828 –año de su fusilamiento– un proyecto para transformar el Banco Nacional en Banco de la Provincia de Buenos Aires, con capitales de comerciantes y hacendados locales, que pusiera esa entidad al servicio de un proyecto nacional. Sancionó la ley de curso forzoso con inconvertibilidad de la moneda en metálico para detener la estruendosa fuga de capitales –episodio final de todas las experiencias de economía liberal en estos 200 años patrios–, en este caso de plata que se escurría en buques de bandera inglesa.
Pero Dorrego tuvo que gobernar con una bomba de tiempo que le había dejado el gobierno rivadaviano: una fabulosa inflación ocasionada por la devaluación del peso respecto de la libra por la sobreemisión de billetes realizadas por el Banco Nacional que a su vez lo ahogaba restringiéndole créditos.
El representante de la corona británica, Lord Ponsonby, advirtió que las potencias europeas podían invadir la Provincias Unidas. Tras un año y medio de gestión, Dorrego también estaba políticamente débil. Traicionado por sus embajadores, y obligado a firmar la paz con el Brasil, la suerte estaba echada. Cuando las experimentadas tropas del ejército regular volvieron de la Banda Oriental, el golpe de Estado se olía en el aire. La noche del 30 de noviembre, en una tenida masónica, los unitarios decidieron derrocar al gobierno legal y legítimo y fusilar a Dorrego. El encargado de llevar adelante el plan era Lavalle. A la mañana siguiente, las tropas realizaban el primer golpe de Estado de la historia argentina. Dorrego pidió ayuda militar a Juan Manuel de Rosas, jefe de las fuerzas de la campaña. Y combatió el 9 de diciembre en los campos de Navarro. Quince minutos le bastaron a los experimentados coraceros de Lavalle para poner en fuga al improvisado ejército de gauchos e indios que habían podido reunir los federales. Días después, Dorrego fue apresado y conducido hasta la estancia de Navarro donde lo esperaba Lavalle. Era el mediodía del 13 de diciembre de 1828. Lavalle ya había firmado la sentencia de muerte, a instancia de Salvador María del Carril y los hermanos Varela. Dorrego tenía apenas un par de horas para despedirse de su mujer, Ángela Baudrix, y sus hijas. Minutos después de la 14 fue llevado al patíbulo. Una escena conmovedora se produjo en ese lugar: Gregorio Aráoz de Lamadrid y Dorrego –enemigos políticos pero compadres– intercambiaron chaquetas militares. Dorrego murió con la casaca unitaria y Lamadrid cargaba la camisa federal. Su asesinato cambió los códigos de la política criolla del siglo XIX. Después de esa descarga de fusilería ya nada volvería a ser igual: comenzaba la larga guerra civil que ensangrentó durante cuarenta años la historia argentina.
Macri y el 47%
El 47% de los porteños votó 400 metros de subte en vez de varios kilometros
El 47% de los porteños votó al Borda sin gas
El 47% de los porteños al teatro colón como empresa privatizada
El 47% de los porteños votó pésimas condiciones edilicias en escuelas y hospitales
El 47% de los porteños votó nula obra pública
El 47% de los porteños votó patotas violentas desalojando gente
El 47% de los porteños votó escuchas ilegales
El 47% de los porteños votó al que le tienen que decir al oído qué decir
El 47% de los porteños votó ejecución del 0% en el presupuesto sobre la creación de hogares y haber terminado solamente 81 casas, empezadas a construir previo a su asunción
El 47% de los porteños votó la incapacidad de la Policía Metropolitana
El 47% de los porteños de descuidar la educación y sólo acordarse de ella para comprar netbooks con sobreprecios del 300%
El 47% de los porteños votó poner Internet en todas las escuelas, incluso en las que no tienen estufas
El 47% de los porteños votó 4 muertos en Villa Soldati
El 47% de los porteños votó la suspensión de montones de operaciones urgentes por falta de insumos y de sesiones de diálisis por falta de técnicos en el Argerich
El 47% de los porteños votó bajas raciones en los comedores populares y escolares y dar soja transgénica
El 47% de los porteños votó decir que no hay plata para el aumento docente y a su vez aumentar los subsidios a sus empresas de basura.
El 47% de los porteños que siga subiendo la mortalidad infantil
El 47% de los porteños eligió seguir endeudándose a tasas chinas
El 47% de los porteños eligió al Fino Palacios
El 47% de los porteños votó a Lanusse como comunero.
El 47% de los porteños votó el cierre de los centros culturales autogestionados
El 47 de los porteños votó su siesta en las Sesiones del Congreso y su publicidad diciendo que el que no se aburre ahí es un anormal.
el 47% de los porteños votó inundarnos cada vez que llueve.
el 47% de los porteños votó enterrar 2.110.122 toneladas de residuos, más del doble de lo que debía enviar a rellenos si cumpliera con la Ley de Basura Cero
el 47% de los porteños votó cerrar el Borda y el Moyano
el 47% de los porteños votó un equipo político que manejan los publicistas y asesores de imagen
El 53% de los porteños votó en contra de Macri
jose ruben sentis. tandil: cuando un nobel desmiente a la noble
jose ruben sentis. tandil: cuando un nobel desmiente a la noble: "El martes pasado, Clarín publicó en su página 13 una nota referida al caso Noble bajo el título “Esperan que Cristina se disculpe por sus ..."
Lugares históricos de la ciudad, hoy el Portal de la Curtiembre
Cuando pasamos por la esquina de Quintana y Rivadavia vemos una parte de la gran curtiembre Beltrame, hoy es un espacio público donde se conmemora no solamente a la empresa sino también a su fundador Antenor Beltrame.
Este portal perteneció a la Curtiembre Antenor Beltrame & Cía., fundada en 1882 y que fuera una de las más grandes de Sudamérica. Esta esquina declarado lugar histórico en 1992 y que fuera donada por su último propietario Héctor Ciccioli en 1997 recuerda además de la empresa a su fundador, por eso vemos en su interior un busto de bronce que perteneciera a la Asociación Italiana “Unión y Benevolencia” y que anteriormente estuviera en el Paseo Ferruccio Ardigo.
Antenor Beltrame nació en Arzignano, Vicenza, el 24 de mayo de 1858 y murió en Milán el 25 de junio de 1946, estuvo entre los fundadores de la Societá Italiana “Unione e Benevolenza”, y la presidió en los períodos 1888-89, 1893-94, 1896-1900 y 1905-06; fue uno de los “generosos benefactores” del Hospital en 1895; impulsó la cultura local desde la Sociedad de Fomento Musical, 1894; fue vicepresidente del Club Social entre 1905 y 1915; integró el Sub-Comité que representó a la industria local en la Exposición de Turín, 1911; se desempeñó como agente consular de Italia en nuestro medio durante un breve período, hacia 1925 e impulsó la construcción del Teatro Verdi.
Bibliografía y foto de los archivos del Museo local
Este portal perteneció a la Curtiembre Antenor Beltrame & Cía., fundada en 1882 y que fuera una de las más grandes de Sudamérica. Esta esquina declarado lugar histórico en 1992 y que fuera donada por su último propietario Héctor Ciccioli en 1997 recuerda además de la empresa a su fundador, por eso vemos en su interior un busto de bronce que perteneciera a la Asociación Italiana “Unión y Benevolencia” y que anteriormente estuviera en el Paseo Ferruccio Ardigo.
Antenor Beltrame nació en Arzignano, Vicenza, el 24 de mayo de 1858 y murió en Milán el 25 de junio de 1946, estuvo entre los fundadores de la Societá Italiana “Unione e Benevolenza”, y la presidió en los períodos 1888-89, 1893-94, 1896-1900 y 1905-06; fue uno de los “generosos benefactores” del Hospital en 1895; impulsó la cultura local desde la Sociedad de Fomento Musical, 1894; fue vicepresidente del Club Social entre 1905 y 1915; integró el Sub-Comité que representó a la industria local en la Exposición de Turín, 1911; se desempeñó como agente consular de Italia en nuestro medio durante un breve período, hacia 1925 e impulsó la construcción del Teatro Verdi.
Bibliografía y foto de los archivos del Museo local
Es solamente Fito el mensajero del odio????
Acerca de la última nota que escribiera Fito Paéz en Página 12 luego del triunfo de Macri en las elecciones porteñas, me trae a la memoria frases que la oposición o figuras del ambiente que adhieren a ellos y que dijeran por ejemplo hace poco tiempo atrás.
Arranquemos con Mirtha, se acuerdan?: "El cuerpo no estaba en el cajón". Y Carrió: "Ojalá quede viuda", vayamos a Macri: "hay q tirarlo del tren".
Maria Eugenia Estenssoro también: "lo positivo de la muerte de Kirchner es que no habrá alternancia en el poder entre marido y mujer".Vayamos a Sanz, quién comentó que las asignaciones universales aumentarían el consumo de drogas y el juego. Tampoco nos olvidemos cuando el progresista Pino Solanas dijo que “Salta tiene una baja calidad de votos”.
Ustedes se acuerdan de todas estas cosas, porque los grandes medios no lo hacen.
Otras declaraciones, que podemos poner en este debate pueden ser la que hizo Macri cuando manifestó que “los cartoneros tienen una actitud delictiva, porque roban basuras”.
Y en Cañada de Gómez, cuando Matías Chale pidió cerrar el Concejo Deliberante si Stella Clérici obtenía la mayoría en el mismo.
Que diferencia hay entre el mensaje de Fito y el de todos estos personajes? Solamente Fito encarna el odio, por decir lo que dijo?
Arranquemos con Mirtha, se acuerdan?: "El cuerpo no estaba en el cajón". Y Carrió: "Ojalá quede viuda", vayamos a Macri: "hay q tirarlo del tren".
Maria Eugenia Estenssoro también: "lo positivo de la muerte de Kirchner es que no habrá alternancia en el poder entre marido y mujer".Vayamos a Sanz, quién comentó que las asignaciones universales aumentarían el consumo de drogas y el juego. Tampoco nos olvidemos cuando el progresista Pino Solanas dijo que “Salta tiene una baja calidad de votos”.
Ustedes se acuerdan de todas estas cosas, porque los grandes medios no lo hacen.
Otras declaraciones, que podemos poner en este debate pueden ser la que hizo Macri cuando manifestó que “los cartoneros tienen una actitud delictiva, porque roban basuras”.
Y en Cañada de Gómez, cuando Matías Chale pidió cerrar el Concejo Deliberante si Stella Clérici obtenía la mayoría en el mismo.
Que diferencia hay entre el mensaje de Fito y el de todos estos personajes? Solamente Fito encarna el odio, por decir lo que dijo?
Francisco José Bessone: 1910. EL CENTENARIO TRÍPODE ARGENTINO –CTA- . LAS ...
Francisco José Bessone: 1910. EL CENTENARIO TRÍPODE ARGENTINO –CTA- . LAS ...: "Alberto Palacios Costa, Joaquín S. Anchorena - Jockey Club Buenos Aires - Revista Life 1910. Mayo 25. Jacinto Oddone en su clásico estudi..."
El 96 por ciento votó contra Elisa Carrió
Tratando desesperadamente de prenderse a algún salvavidas que le salve el pellejo tras el hundimiento electoral que le produjeron los resultados de ayer domingo en territorio porteño, donde su candidata, María Eugenia Estenssoro, obtuvo apenas el 3.96 por ciento, Lilita Carrió utilizó para el "análisis" de los resultados su propia lógica o, si se quiere, la más vulgar posible: "el 70% de los porteños votaron en contra del Gobierno nacional", dijo.
Luego de afirmar que el resultado puso de manifiesto un "voto inteligente" del electorado, justificó ese hecho al señalar que "existía una amenaza de que el kirchnerismo ganara la capital y la gente votó contra eso".
Con esa misma lógica y con los porcentajes en la mano, se puede afirmar que, como había alguna remota posibilidad de que Estenssoro ganara en la Capital, el "voto inteligente" fue negárselo a la candidata de Carrió de modo abrumador. Conclusión: el 94 por ciento de los porteños votó contra Elisa Carrió.
Para redonder su antikirchnerismo más allá de todo principio o idea política, dijo: "Felicitamos sinceramente a Mauricio Macri por haber salido primero. Estamos felices porque se derrotó la teoría de la invencibilidad de la Presidenta. El 70 por ciento de la Ciudad votó en contra del Gobierno nacional”.
Y de paso, volvió a hacer sus habituales pronósticos catastróficos que, ciertamente, jamás se cumplen: el triunfo de Macri en la Capital “preanuncia lo que va a ser una gran derrota del Gobierno nacional en las elecciones de octubre”, sostuvo.
Diario Registrado
Lugares históricos de la ciudad, hoy la Parroquia San Pedro
Esto es un adelanto de un Circuito Turístico Histórico que se llevara a cabo en nuestra ciudad. Hoy empezamos con la Parroquia San Pedro y sus orígenes.
En 1869, la familia de Mariano Rodríguez quién fuera presidente comunal en 1893, costeó el primer oratorio, un pequeño edificio que se encontraba en el mismo lugar donde se construiría la antigua Iglesia. La piedra fundamental de la misma fue colocada el 26 de octubre de 1879.
En1881 Andrés Ponisio comenzó la construcción de la primitiva iglesia de dos torres, erigida frente a la plaza República, que ocupaba el espacio del actual atrio y fue techada el 15 de agosto del año siguiente. Según Elías Bértóla era “un gran galpón con su frente a la plaza y con dos campanarios a falta de uno.” La obra finalizó en 1884 y el 1º de enero de 1885 ocupó el cargo de párroco el Fraile Nicolás Pudignani.
A inicios del siglo XX comenzaron las gestiones para la construcción del nuevo Templo, el párroco Domingo Pezzini fue quién elevó una carta al Obispado de Santa Fe Juan Agustín Boneo. El prelado santafesino visitó la ciudad y mantuvo reiteradas reuniones con personajes destacados del pueblo, conformando una Comisión Ejecutiva de la obra del Nuevo Templo. El párroco Pezzini también solicitó a la comuna el permiso para la reedificación, la cual fue aprobada por Félix Págani y Tomás Gauset presidente y secretario de la misma.
El nuevo edificio fue inaugurado el 5 de junio de 1910 y seis años después se finalizó la obra con la colocación del campanario. En 1935 se demolió la torre y es reemplazada por la actual.
Entre los curas párrocos más recordados y apreciados podemos citar a Mateo Llodrá, Monseñor Manuel Aizpuru, Armando Amiratti, Ignacio Aparicio y Renaldo Ferrero.
En 1869, la familia de Mariano Rodríguez quién fuera presidente comunal en 1893, costeó el primer oratorio, un pequeño edificio que se encontraba en el mismo lugar donde se construiría la antigua Iglesia. La piedra fundamental de la misma fue colocada el 26 de octubre de 1879.
En1881 Andrés Ponisio comenzó la construcción de la primitiva iglesia de dos torres, erigida frente a la plaza República, que ocupaba el espacio del actual atrio y fue techada el 15 de agosto del año siguiente. Según Elías Bértóla era “un gran galpón con su frente a la plaza y con dos campanarios a falta de uno.” La obra finalizó en 1884 y el 1º de enero de 1885 ocupó el cargo de párroco el Fraile Nicolás Pudignani.
A inicios del siglo XX comenzaron las gestiones para la construcción del nuevo Templo, el párroco Domingo Pezzini fue quién elevó una carta al Obispado de Santa Fe Juan Agustín Boneo. El prelado santafesino visitó la ciudad y mantuvo reiteradas reuniones con personajes destacados del pueblo, conformando una Comisión Ejecutiva de la obra del Nuevo Templo. El párroco Pezzini también solicitó a la comuna el permiso para la reedificación, la cual fue aprobada por Félix Págani y Tomás Gauset presidente y secretario de la misma.
El nuevo edificio fue inaugurado el 5 de junio de 1910 y seis años después se finalizó la obra con la colocación del campanario. En 1935 se demolió la torre y es reemplazada por la actual.
Entre los curas párrocos más recordados y apreciados podemos citar a Mateo Llodrá, Monseñor Manuel Aizpuru, Armando Amiratti, Ignacio Aparicio y Renaldo Ferrero.
Se cumplen 35 años del asesinato a representantes de la Iglesia durante la última dictadura
Hoy se cumplen 35 años de la Masacre de San Patricio, en la que fueron asesinados tres curas palotinos y dos seminaristas, pero este hecho, tal vez el más sangriento, no es el único que enlutó a la Iglesia Católica durante el terrorismo de Estado en la Argentina.
River, la memoria de la infancia y el final de los ’90
Tomo prestadas unas palabras justas y fraternas que me escribió un amigo hincha de Rosario Central para dar cuenta de lo que se siente muy adentro, en las entrañas de nuestra memoria cuando, ante nuestra incredulidad, sucede lo inimaginable, lo que ni siquiera podía existir en nuestras peores pesadillas de infancia. “Duele. Es un dolor difuso, en el costado, parece estar afuera de uno, pero lo acompaña siempre. Es un dolor que viene de atrás, de la niñez, de alguna esquina, de algún picado en un hueco de los que ya no hay, las primeras veces en la cancha con el viejo, con el tío, con un hermano mayor. Duele en esa inocencia de entregarse a un emblema, a colores primarios, a una bandera pagana, entregarse sin preguntas, sin cuestionamientos, pleno, entero; sin pensar en consecuencias. Duele ver los ojos humedecidos de los hijos, de los nietos, de los niños que queremos y que no entienden. Duele en la historia que uno hizo propia, con sus íconos, sus sacerdotes, sus referentes, sus ídolos. Duele en el fondo, como duelen las cosas elementales, el amor, los celos, las frustraciones. Duele en los momentos que volvemos a ser niños y volvemos a entregarnos a ese éxtasis primitivo en un grito de gol, en una discusión a muerte en el café, en la cordial cargada. Como aquellos lunes que estábamos tristes o alegres según como nos fuera el domingo. Duele en las chicanas de la secundaria, en la cargada de la esquina, en la bronca de un domingo negro. Uno está preocupado por los problemas del mundo, por los destinos de la humanidad, pero duele. Es como una resaca que se instala y uno quisiera repetir hasta el infinito esa oportunidad perdida, ese penal errado, ese minuto fatal. Duele sentirse perdedor por deudas anteriores, que dirigentes, cuerpos técnicos y planteles paguen facturas que gastaron otros, que la historia se derroche así. Es un dolor suave y secundario, no importante, no cambiará nuestras vidas, pero duele. ¿En qué otro momento hombres grandes lloran a moco tendido en público? ¿Madres de familia insultan de impotencia? Esa pelota que rueda pasa por todos nuestros corazones, se pinta de los colores de uno y uno deposita en ella vaya a saber qué cosa. Pero duele. Se sabe, ‘volveremos’, ‘será bueno para la institución’, ‘se refundará el club’ y etc., pero duele. El descenso es el pequeño descenso a los infiernos de los futboleros y, tal vez sea cierto, si se pasa se retorna mejor; pero duele. Uno sabe que es un negocio, que está todo podrido, que no hay amor por la camiseta, que la tv, que la afa, que la fifa, sabemos todo, pero duele. Los acompaña un centralista que pasó y pasa por lo mismo. Ya sé, no es consuelo; pero duele”.
Gracias, Jorge, por la comprensión, esa que sólo puede nacer de la experiencia dolorosa compartida y que nos coloca ante la perplejidad de sentir que algo nos falta, que algo entrañable se ha quebrado y que recuperarlo será arduo y más que difícil. El fútbol, lo sabemos, está entrelazado con nuestra vida, con nuestros recuerdos, con nuestras alegrías y tristezas; en él hay algo más que un simple juego, algo que tiene que ver con nuestra sensibilidad, con lo atesorado desde los lejanos días de la infancia, con alguna tarde memorable, con amigos que ya no están, con el barrio, con los laberintos de la historia de cada uno y con una extraña fraternidad de amantes de la misma camiseta. El fútbol es la gloria y la caída, la alegría inconmensurable de un picado que se pierde junto a las últimas luces del día y la certeza, también, de su cooptación por el negocio vil, por la corruptela dirigencial que, sin embargo, no alcanzan a desdibujar las eternas gambetas instaladas para siempre en la memoria del hincha.
Antes que nada toda la tristeza de un riverplatense de alma, de alguien que forjó su pasión futbolera por la banda roja esperando, al haber nacido en 1957, 18 años para verlo campeón. De alguien que lleva en su memoria de infancia una delantera inolvidable que, por esas circunstancias de la vida y del azar, no ganó nada de nada pero que quedó para siempre grabada en el recuerdo del hincha: Cubillas, Artime, Ermindo Onega y Mas. De alguien que disfrutó la irreverencia creadora y la desfachatez subversiva del jogo bonito del maestro Didí que fue capaz, junto a otro brasileño monumental, Delem, de forjar una generación de jugadores increíble de la mano del Beto Alonso y del hoy denostado Jota Jota López: una generación que redimió, un poco después y gracias a la herencia ofrecida a manos llenas por Didí, al hincha de River bajo la conducción de una de sus glorias absolutas, Ángel Labruna. River son sus hinchas, su estilo de fútbol, sus triunfos y, claro, sus derrotas, de esas que templan el espíritu (de chico, cuando el fútbol se lo vive con el alma y el cuerpo y cuando cada acontecimiento puede ser la felicidad o el dolor más cruel, viví el largo exilio hasta 1975 con la certeza de ser hincha del club de los amores en las buenas y en las malas que, en aquellos años, eran más malas que buenas pero siempre dándole cuerda al reloj del mito).
No se olviden, los que hoy se mofan de nuestra suerte, que hemos sabido de padecimientos y de dolorosas derrotas como aquella final con Peñarol en Santiago de Chile, pero que también supimos tener la delantera más extraordinaria del fútbol argentino de todos los tiempos, la famosa máquina con Muñoz, Labruna, Moreno, Pedernera y Lousteau, y que de la banda roja salieron, entre otros, Amadeo Carrizo, el más grande de los arqueros, Distéfano, un revolucionario del fútbol, y Sívori de la saga de los inolvidables 10 que supimos tener a manos llenas para deleite de los futboleros de raza, esos que desde siempre amamos las gambetas, los caños, la elegancia de un pase de 30 metros y el fútbol ofensivo y cuidadoso de la pelota. River es más grande que sus miserias actuales, que sus dirigentes cómplices y que la manada de delincuentes que se llaman a sí mismos “Los borrachos del tablón” pero que, bajo el amparo de esos mismos dirigentes, construyeron una trama de violencia y miedo.
La caída de River (“descenso” es una palabra demasiado suave para dar cuenta del desastre que puso finalmente en evidencia la derrota monumental del domingo pasado contra un equipo digno como lo fue Belgrano, capaz de construir su propia hazaña que quedará sellada para siempre en la memoria de sus hinchas) es, tal vez, la mejor metáfora del final del imaginario neoliberal de los años ’90. River, durante esa década de “pizza y champagne”, del uno a uno y los viajes a Miami en busca del Primer Mundo, ganó todo lo que se podía ganar y formó equipos de excepción (¿cómo olvidar a Francescoli, a Salas, a Gallardo, al mejor Orteguita, a Crespo, a Astrada), pero lo hizo al precio de ir dinamitando, sin que nadie se diera cuenta porque los triunfos son como la miel, el patrimonio del club llevando su endeudamiento a cifras astronómicas. Fue también la década de la hegemonía de Torneos y Competencias, de la transformación del fútbol nacional en un gigantesco negocio oscuramente administrado por el eterno Grondona y sus nuevos socios de la corporación mediática. Años de privatizaciones y de bancarrotas de clubes controlados y vaciados por dirigentes cada vez más ricos. Años de fiesta cuyos gastos serían pagados al precio de desguazar el patrimonio del club pero en nombre de un presente absoluto convertido en una ficción capaz de ocultar la destrucción que se avizoraba en un futuro no muy lejano. Paradojas de una década llena de triunfos que guardaban, en su interior, el veneno que llevaría a River a la peor de las decadencias. ¿Cuánto de la Argentina, de su parábola menemista, se expresa en esta historia de éxitos envenenados y de una fiesta depredadora de lo mejor de nuestra herencia? ¿Cuánto de aquel país de jauja que dilapidó a manos llenas el futuro de los argentinos encontró en River su prolongación hasta que, a nosotros también, finalmente la historia de la infamia nos alcanzó con sus garras despedazadoras? River, como el futbol argentino en general, no ha sabido reconocer los nuevos vientos que recorren el país desde 2003. Una herencia de negociados y fraudes se prolongó hasta conducirnos a la vergüenza actual. Como siempre los hinchas sinceros, los de siempre y los de a pie, son los que pagan el precio mientras los causantes del daño se ocultan entre sus millones acumulados a partir de la destrucción patrimonial y simbólica. Rehacer a River será una tarea muy difícil si no se revisan en profundidad las causas de su bancarrota que anticipan la de gran parte del fútbol argentino. Mientras desde Europa se sigan llevando a chicos que ni siquiera debutaron en primera y mientras en las canchas argentinas apenas jueguen los veteranos que regresan de todas las batallas, los debutantes que esperan ansiosos la venta salvadora y el remanente que no pudo ser colocado en ninguna plaza del exterior, el fútbol argentino seguirá envuelto en una mediocridad inmodificable y cada vez más perniciosa.
Nuestro diciembre de 2001 acaba de ocurrir con cierta demora. José María Aguilar fue nuestro seudo progresista que vino a reemplazar al menemismo de los Davicce y Pintado, y lo hizo en nombre del saneamiento moral del club utilizando un tipo de retórica muy parecida a la del republicanismo virtuoso de los constructores de la Alianza que llevó a De la Rúa al gobierno y después a la catástrofe. Aguilar, amparado en su astucia de tipo con un discurso avanzado y con su facha de buen administrador, no hizo más que llevar hasta su máxima expresión el desfalco iniciado en los ’90. Utilizando imágenes y conceptos de la política podría decirse que construyó con esmero nuestro corralito junto con la expropiación de lo que le quedaba a un club cada vez más exhausto financieramente al mismo tiempo que avaló, junto con el adversario de siempre y la mirada cómplice y doncornealesca del mandamás de la AFA, la entrega brutal del fútbol argentino al grupo Clarín y a la lógica privatizadora. River, bajo la dirección aberrante de Aguilar, le agregó un endeudamiento feroz de la mano con la venta, siempre oscura, de su patrimonio futbolístico representado tanto por los jugadores consagrados que fueron dejando el club uno tras otro sin dejar ni una moneda a cambio y, luego y como metáfora final, vendiendo incluso a juveniles que ni siquiera habían debutado en primera destruyendo el futuro y ofreciendo la perspectiva de un club sin horizonte alguno.
Así como una inesperada inflexión vino a cambiar el rumbo decadente del país iniciando, en mayo de 2003, otra historia capaz de romper con el legado maldito de los ’90, es imaginable pensar que esta caída en abismo de River pueda llegar a inaugurar otra etapa en su larguísima y gloriosa travesía futbolística. Una etapa de recuperación de la esencia del club que sólo podrá ir de la mano con un abandono de prácticas hechas de fraudes y mentiras. Tal vez esta sea la hora del renacimiento y de la recuperación después de que finalmente se han disipado los últimos aires malsanos que nos impedían ver la magnitud del desastre. River, como siempre, es la memoria de la infancia, las gambetas reas de Orteguita, la elegancia de Francescoli, los lujos de Alonso, las atajadas increíbles de Amadeo, la inteligencia de Ermindo Onega, la potencia goleadora de Pinino Mas, la pasión de Labruna y la de tantos otros que construyeron la gloria de la banda roja desde el origen de los tiempos. Volveremos.
Por Ricardo Forster
Revista Veintitres
Gracias, Jorge, por la comprensión, esa que sólo puede nacer de la experiencia dolorosa compartida y que nos coloca ante la perplejidad de sentir que algo nos falta, que algo entrañable se ha quebrado y que recuperarlo será arduo y más que difícil. El fútbol, lo sabemos, está entrelazado con nuestra vida, con nuestros recuerdos, con nuestras alegrías y tristezas; en él hay algo más que un simple juego, algo que tiene que ver con nuestra sensibilidad, con lo atesorado desde los lejanos días de la infancia, con alguna tarde memorable, con amigos que ya no están, con el barrio, con los laberintos de la historia de cada uno y con una extraña fraternidad de amantes de la misma camiseta. El fútbol es la gloria y la caída, la alegría inconmensurable de un picado que se pierde junto a las últimas luces del día y la certeza, también, de su cooptación por el negocio vil, por la corruptela dirigencial que, sin embargo, no alcanzan a desdibujar las eternas gambetas instaladas para siempre en la memoria del hincha.
Antes que nada toda la tristeza de un riverplatense de alma, de alguien que forjó su pasión futbolera por la banda roja esperando, al haber nacido en 1957, 18 años para verlo campeón. De alguien que lleva en su memoria de infancia una delantera inolvidable que, por esas circunstancias de la vida y del azar, no ganó nada de nada pero que quedó para siempre grabada en el recuerdo del hincha: Cubillas, Artime, Ermindo Onega y Mas. De alguien que disfrutó la irreverencia creadora y la desfachatez subversiva del jogo bonito del maestro Didí que fue capaz, junto a otro brasileño monumental, Delem, de forjar una generación de jugadores increíble de la mano del Beto Alonso y del hoy denostado Jota Jota López: una generación que redimió, un poco después y gracias a la herencia ofrecida a manos llenas por Didí, al hincha de River bajo la conducción de una de sus glorias absolutas, Ángel Labruna. River son sus hinchas, su estilo de fútbol, sus triunfos y, claro, sus derrotas, de esas que templan el espíritu (de chico, cuando el fútbol se lo vive con el alma y el cuerpo y cuando cada acontecimiento puede ser la felicidad o el dolor más cruel, viví el largo exilio hasta 1975 con la certeza de ser hincha del club de los amores en las buenas y en las malas que, en aquellos años, eran más malas que buenas pero siempre dándole cuerda al reloj del mito).
No se olviden, los que hoy se mofan de nuestra suerte, que hemos sabido de padecimientos y de dolorosas derrotas como aquella final con Peñarol en Santiago de Chile, pero que también supimos tener la delantera más extraordinaria del fútbol argentino de todos los tiempos, la famosa máquina con Muñoz, Labruna, Moreno, Pedernera y Lousteau, y que de la banda roja salieron, entre otros, Amadeo Carrizo, el más grande de los arqueros, Distéfano, un revolucionario del fútbol, y Sívori de la saga de los inolvidables 10 que supimos tener a manos llenas para deleite de los futboleros de raza, esos que desde siempre amamos las gambetas, los caños, la elegancia de un pase de 30 metros y el fútbol ofensivo y cuidadoso de la pelota. River es más grande que sus miserias actuales, que sus dirigentes cómplices y que la manada de delincuentes que se llaman a sí mismos “Los borrachos del tablón” pero que, bajo el amparo de esos mismos dirigentes, construyeron una trama de violencia y miedo.
La caída de River (“descenso” es una palabra demasiado suave para dar cuenta del desastre que puso finalmente en evidencia la derrota monumental del domingo pasado contra un equipo digno como lo fue Belgrano, capaz de construir su propia hazaña que quedará sellada para siempre en la memoria de sus hinchas) es, tal vez, la mejor metáfora del final del imaginario neoliberal de los años ’90. River, durante esa década de “pizza y champagne”, del uno a uno y los viajes a Miami en busca del Primer Mundo, ganó todo lo que se podía ganar y formó equipos de excepción (¿cómo olvidar a Francescoli, a Salas, a Gallardo, al mejor Orteguita, a Crespo, a Astrada), pero lo hizo al precio de ir dinamitando, sin que nadie se diera cuenta porque los triunfos son como la miel, el patrimonio del club llevando su endeudamiento a cifras astronómicas. Fue también la década de la hegemonía de Torneos y Competencias, de la transformación del fútbol nacional en un gigantesco negocio oscuramente administrado por el eterno Grondona y sus nuevos socios de la corporación mediática. Años de privatizaciones y de bancarrotas de clubes controlados y vaciados por dirigentes cada vez más ricos. Años de fiesta cuyos gastos serían pagados al precio de desguazar el patrimonio del club pero en nombre de un presente absoluto convertido en una ficción capaz de ocultar la destrucción que se avizoraba en un futuro no muy lejano. Paradojas de una década llena de triunfos que guardaban, en su interior, el veneno que llevaría a River a la peor de las decadencias. ¿Cuánto de la Argentina, de su parábola menemista, se expresa en esta historia de éxitos envenenados y de una fiesta depredadora de lo mejor de nuestra herencia? ¿Cuánto de aquel país de jauja que dilapidó a manos llenas el futuro de los argentinos encontró en River su prolongación hasta que, a nosotros también, finalmente la historia de la infamia nos alcanzó con sus garras despedazadoras? River, como el futbol argentino en general, no ha sabido reconocer los nuevos vientos que recorren el país desde 2003. Una herencia de negociados y fraudes se prolongó hasta conducirnos a la vergüenza actual. Como siempre los hinchas sinceros, los de siempre y los de a pie, son los que pagan el precio mientras los causantes del daño se ocultan entre sus millones acumulados a partir de la destrucción patrimonial y simbólica. Rehacer a River será una tarea muy difícil si no se revisan en profundidad las causas de su bancarrota que anticipan la de gran parte del fútbol argentino. Mientras desde Europa se sigan llevando a chicos que ni siquiera debutaron en primera y mientras en las canchas argentinas apenas jueguen los veteranos que regresan de todas las batallas, los debutantes que esperan ansiosos la venta salvadora y el remanente que no pudo ser colocado en ninguna plaza del exterior, el fútbol argentino seguirá envuelto en una mediocridad inmodificable y cada vez más perniciosa.
Nuestro diciembre de 2001 acaba de ocurrir con cierta demora. José María Aguilar fue nuestro seudo progresista que vino a reemplazar al menemismo de los Davicce y Pintado, y lo hizo en nombre del saneamiento moral del club utilizando un tipo de retórica muy parecida a la del republicanismo virtuoso de los constructores de la Alianza que llevó a De la Rúa al gobierno y después a la catástrofe. Aguilar, amparado en su astucia de tipo con un discurso avanzado y con su facha de buen administrador, no hizo más que llevar hasta su máxima expresión el desfalco iniciado en los ’90. Utilizando imágenes y conceptos de la política podría decirse que construyó con esmero nuestro corralito junto con la expropiación de lo que le quedaba a un club cada vez más exhausto financieramente al mismo tiempo que avaló, junto con el adversario de siempre y la mirada cómplice y doncornealesca del mandamás de la AFA, la entrega brutal del fútbol argentino al grupo Clarín y a la lógica privatizadora. River, bajo la dirección aberrante de Aguilar, le agregó un endeudamiento feroz de la mano con la venta, siempre oscura, de su patrimonio futbolístico representado tanto por los jugadores consagrados que fueron dejando el club uno tras otro sin dejar ni una moneda a cambio y, luego y como metáfora final, vendiendo incluso a juveniles que ni siquiera habían debutado en primera destruyendo el futuro y ofreciendo la perspectiva de un club sin horizonte alguno.
Así como una inesperada inflexión vino a cambiar el rumbo decadente del país iniciando, en mayo de 2003, otra historia capaz de romper con el legado maldito de los ’90, es imaginable pensar que esta caída en abismo de River pueda llegar a inaugurar otra etapa en su larguísima y gloriosa travesía futbolística. Una etapa de recuperación de la esencia del club que sólo podrá ir de la mano con un abandono de prácticas hechas de fraudes y mentiras. Tal vez esta sea la hora del renacimiento y de la recuperación después de que finalmente se han disipado los últimos aires malsanos que nos impedían ver la magnitud del desastre. River, como siempre, es la memoria de la infancia, las gambetas reas de Orteguita, la elegancia de Francescoli, los lujos de Alonso, las atajadas increíbles de Amadeo, la inteligencia de Ermindo Onega, la potencia goleadora de Pinino Mas, la pasión de Labruna y la de tantos otros que construyeron la gloria de la banda roja desde el origen de los tiempos. Volveremos.
Por Ricardo Forster
Revista Veintitres
La relación de intereses y complicidad entre Héctor Magnetto y la oposición
Favor con favor se paga. En eso anda cada uno de los candidatos satélites del ubicuo universo opositor. Se acercan más –o un poco menos– al centro del poder de acuerdo al grado de sumisión, pleitesía o temor que estén dispuestos a exhibir públicamente ante el astro principal. Y, por lo visto, están dispuestos a todo.
Así se llegó al actual escenario preelectoral que presenta una nitidez sorprendente, porque nunca antes, al menos del ’83 a la fecha, fue tan evidente el rol que el establishment le asigna a cada uno de sus delegados en la arena política. Y a la vez, tampoco ha sido claro como hoy, quiénes son aquellos que se enfrentan al poder corporativo tradicional de la Argentina. La tensión entre el proceso político-social encarnado desde el Estado por la presidenta Cristina Fernández y sus antagonistas, los grupos concetrados, con sede en AEA y con los Grupo Clarín y Techint como sus principales espadas, sintetiza la puja de fondo sobre qué modelo de país se juega en octubre.
Pero lo asombroso –sigue siendo asombroso, por qué no- es detenerse a apreciar el grado de encuadramiento al que es capaz de entregarse el conjunto del bloque opositor ante los manifiestos intereses del CEO de Clarín, Héctor Magnetto. Su bendición puede hacerlos hociquear en un tris.
Ricardo Alfonsín un día se calzó el traje de candidato presidencial y echó mano a los tics y hasta las corbatas de su padre Raúl, sin dudas una de las figuras más respetadas de los últimos 50 años de historia argentina. Pero el hijo olvidó tomar del armario de su papá algunas convicciones: Alfonsín –el original– se enfrentó en tiempos difíciles a ciertas corporaciones, entre ellas, Clarín. Hoy, la parábola de Ricardo es asombrosa: posa sin sonrojarse junto a Francisco de Narváez y está persuadido de que su discurso debe congraciarse con los grupos concetrados. Entre otras piruetas, en un año cambió de postura con respecto a la vertebral Ley de Medios de la Democracia. Hoy, dice que quiere derogarla. En el tercer piso del edificio de Clarín sonríen.
Y si de favores se trata, vale repasar otros casos en particular. Mauricio Macri es un agradecido comensal. Junto a Eduardo Duhalde, Mario Das Neves, De Narváez, Felipe Solá y Carlos Reutemann, el alcalde porteño participó, más de un año atrás, de una cena en la casa de Magnetto. Frustada toda chance presidencial, el líder del PRO se refugió en la Ciudad para pelear por su reelección. En el camino a las urnas supo cerrar con la empresa PRIMA, del holding, un escandaloso negocio por 270 millones de dólares por cinco años para la provisión de netbooks para alumnos y docentes porteños. Cobertura mediática mediante, Macri rehuye de los debates preelectorales si no son en territorio amigo. Sólo acepta discutir sus propuestas con Daniel Filmus en el piso de TN.
Duhalde, en tanto, es un viejo aliado del grupo: su paso por la Casa Rosada le entregó a Clarín el blindaje que necesitaba entonces para no estallar por el aire: la pesificación asimétrica y la Ley de Bienes Culturales. Su faena fue bien reconocida por la editorial de Noble-Magnetto: quedó para la historia aquella tapa emblemática cuando el 26 de junio de 2002, la Policía fusiló a los jóvenes militantes Kosteki y Santillán, y Clarín ocultó toda responsabilidad política del crimen en su portada bajo el título: “La crisis causó 2 nuevas muertes.” Duhalde hoy descalifica los avances de los últimos años en materia de Derechos Humanos y brega para que los delitos de lesa humanidad de la dictadura cívico-militar queden en el olvido. También, obviamente, apunta contra la Ley de Medios.
Con perfil más bajo, Hermes Binner cedió a las presiones del Grupo y le entregó, en parte, la provisión de las boletas electorales de los comicios provinciales que se realizarán el 24 de julio. Así, el gobernador socialista intentó evitar un escándalo y se encontró con otro. Primero le había adjudicado de manera directa la impresión de las boletas a la empresa Boldt, que explota casinos en Santa Fe. Pero dio marcha atrás, partió el negocio e incorporó al Grupo Clarín. Boldt sólo imprimió las boletas de las primarias.
Por su parte, Elisa Carrió fue más allá de lo impensado: adoptó como bandera la defensa de Ernestina Herera de Noble en la causa en que se investiga si Marcela y Felipe, sus herederos, son hijos de desaparecidos. Lilita no tuvo complejos al afirmar que esos jóvenes “son nuestros hijos”. Y en su furibunda oposición al gobierno nacional no dudó en ponerse bajo el sol de Magnetto y definir que Clarín es la última barrera contra el autoritarismo kirchnerista.Quizá ni el propio Magnetto les haya pedido tanto.
Tiempo Argentino
Los masones argentinos salen en busca de nuevos “hermanos”
Los hermanos sean unidos porque ésa es la ley primera” escribió José Hernández en su Martín Fierro y hay quienes aseguran que no sólo se refería a un vínculo familiar. “Puso ‘hermanos’, no ‘ciudadanos’ o ‘habitantes’, porque él era masón”, dice Ángel Jorge Clavero, reelecto Gran Maestre –máxima autoridad– de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. Para desmitificar las costumbres masónicas, Clavero habló con Tiempo Argentino y contó los rituales de esa institución, de 154 años en el país.
“La masonería es filosófica, filantrópica y progresista. Su grandeza es lograr que se debata con tolerancia”, dice. La idea es que esos debates generen en la sociedad mayor “libertad, igualdad y fraternidad”, como indican los emblemas de Francia. Clavero detalla: “El masón transmite lo que se debate pero no lo hace desde la institución, sino desde sus actos.”
No es una religión pero hay religiosos entre sus adeptos. Tampoco es un partido político pero hay militantes en sus filas. El ritual de sus adherentes es semanal o quincenal y dura dos horas. Es un encuentro de los 25 o 30 integrantes que integran una logia, y allí se debaten temas políticos, religiosos, literarios. Los que se sientan de un lado hablan primero, los que están del otro, hablan después, y los miembros más antiguos se sientan delante de todos y hablan al final.
Las autoridades –que en tres años deberán dejar el cargo porque sólo se permite una reelección– se muestran interesadas en incorporar miembros. Aseguran que hay 12 mil seguidores en todo el país, aunque reconocen que sólo 6000 son activos. Requisitos: “Puede sumarse todo buen ciudadano que desee agrandarse moral, intelectual y espiritualmente. Tiene que tener más de 18 años y una cultura media para comprender lo que conversamos. No es nada del otro mundo”, asegura el Gran Maestre. Cuando dice “buen ciudadano”, se refiere a un hombre “que no está atado a ningún fanatismo, ya sea político o religioso”, y “que paga sus impuestos, tiene su familia, su trabajo y puede pagar el arancel mensual de 100 pesos”.
El postulante se somete a varias entrevistas con los Maestros (el máximo escalón, luego de Aprendiz y Compañero), quienes resuelven si puede ingresar. Luego hay una ceremonia de iniciación, donde se rememoran las escuelas precursoras. Sobre el anonimato de sus miembros, Clavero analiza: “Siempre se dijo que la masonería era una cuestión secreta. El que se inició puede contarlo, pero nadie puede hacerlo por él, y sabe algunas cosas que el ciudadano común no sabe. Después, el secreto tiene que ver con la mala prensa por ser una escuela de libre pensamiento, una cátedra de moral. La Iglesia y las dictaduras nos persiguieron. Ahora no es para tanto pero todavía hay casos de discriminación.”
Hace 25 años que las mujeres tienen sus logias en la Argentina, pero no se integran con los hombres. El Gran Maestre revela que en las reuniones anuales que tiene con sus pares del mundo se debate la posibilidad de que trabajen en el mismo grupo.
Tiempo Argentino
“La masonería es filosófica, filantrópica y progresista. Su grandeza es lograr que se debata con tolerancia”, dice. La idea es que esos debates generen en la sociedad mayor “libertad, igualdad y fraternidad”, como indican los emblemas de Francia. Clavero detalla: “El masón transmite lo que se debate pero no lo hace desde la institución, sino desde sus actos.”
No es una religión pero hay religiosos entre sus adeptos. Tampoco es un partido político pero hay militantes en sus filas. El ritual de sus adherentes es semanal o quincenal y dura dos horas. Es un encuentro de los 25 o 30 integrantes que integran una logia, y allí se debaten temas políticos, religiosos, literarios. Los que se sientan de un lado hablan primero, los que están del otro, hablan después, y los miembros más antiguos se sientan delante de todos y hablan al final.
Las autoridades –que en tres años deberán dejar el cargo porque sólo se permite una reelección– se muestran interesadas en incorporar miembros. Aseguran que hay 12 mil seguidores en todo el país, aunque reconocen que sólo 6000 son activos. Requisitos: “Puede sumarse todo buen ciudadano que desee agrandarse moral, intelectual y espiritualmente. Tiene que tener más de 18 años y una cultura media para comprender lo que conversamos. No es nada del otro mundo”, asegura el Gran Maestre. Cuando dice “buen ciudadano”, se refiere a un hombre “que no está atado a ningún fanatismo, ya sea político o religioso”, y “que paga sus impuestos, tiene su familia, su trabajo y puede pagar el arancel mensual de 100 pesos”.
El postulante se somete a varias entrevistas con los Maestros (el máximo escalón, luego de Aprendiz y Compañero), quienes resuelven si puede ingresar. Luego hay una ceremonia de iniciación, donde se rememoran las escuelas precursoras. Sobre el anonimato de sus miembros, Clavero analiza: “Siempre se dijo que la masonería era una cuestión secreta. El que se inició puede contarlo, pero nadie puede hacerlo por él, y sabe algunas cosas que el ciudadano común no sabe. Después, el secreto tiene que ver con la mala prensa por ser una escuela de libre pensamiento, una cátedra de moral. La Iglesia y las dictaduras nos persiguieron. Ahora no es para tanto pero todavía hay casos de discriminación.”
Hace 25 años que las mujeres tienen sus logias en la Argentina, pero no se integran con los hombres. El Gran Maestre revela que en las reuniones anuales que tiene con sus pares del mundo se debate la posibilidad de que trabajen en el mismo grupo.
Tiempo Argentino
Liliputienses
Cables superpuestos hacen cortocircuito. Es liliputiense decir, por ejemplo, que hay que dar espacio a la juventud y cuando se lo dan, decir que se la prostituye. Es liliputiense en ambos sentidos. En ese caso sería más honesto decir que no hay que darle espacio o mentirles: decirles que sí y no hacerlo. Y si se lo dan: ¿los jóvenes tienen que ganar menos que los viejos, ocupando los mismos espacios? Sobredimensionada por la oposición, se quiere mostrar a La Cámpora como una paja en el ojo de la CGT, los transversales y los intendentes del conurbano. Los grandes medios se alegran con ese “vieron que se los dije” que no hay lugar para la juventud, que todo el espacio está ocupado por las viejas generaciones, que el poder es para los grandes. Lilita Carrió y Eduardo Duhalde se sumaron a esa visión liliputiense de la política donde todo lo que hace el otro sirve para un discurso cloaca.
En el afán difamatorio de esos discursos se cuelan algunas hilachas de la envidia. Convocar a los jóvenes es difícil, pero más difícil todavía es convocarlos desde un espacio oficialista. Porque la naturaleza de la juventud es transgresora. Tiene que haber alguna sintonía, un punto de contacto sensible, una encrucijada de confluencia con el imaginario utópico de nuevas proyecciones que caracteriza al universo de la juventud. La historia demuestra que no es fácil, que esa confluencia es más una excepción que la regla.
Pero este gobierno ha podido generar ese fenómeno y su expresión más visible, pero no la única, ha sido La Cámpora. Todas las fuerzas políticas intentan esa convocatoria, pero pocas veces obtienen respuesta. Esta vez la tuvo, en un proceso similar al del radicalismo a la salida de la dictadura. Las esperanzas que se abrían en aquel momento con la caída de los militares impulsaron a miles de jóvenes a participar en la fuerza que mejor los convocaba en ese momento. Antes de ellos hubo otras generaciones que se levantaron en los años ’60 contra la serie interminable de golpes y dictaduras militares. La “gloriosa Jotapé” encarnó la convocatoria de esos años.
Han sido momentos esporádicos relacionados con determinados hitos de la historia y los procesos que hicieron esos jóvenes tras su incorporación a la política fueron diferentes. Hicieron el aporte en el momento que los convocó y después cada experiencia derivó a destinos disímiles.
Esta nueva generación no tiene por qué seguir ninguno de los caminos que tomaron las anteriores y tendrá que encontrar el suyo, con su propia marca. Sin embargo, en todos los casos constituyó la posibilidad de trascendencia de las fuerzas políticas que los contuvieron. Cuando Perón hablaba del “trasvasamiento generacional”, por aquella Jotapé, era muy consciente de ese devenir necesario para cualquier fuerza política. Le resultó difícil lidiar con esa generación, tuvo choques duros y cuestionamientos, pero en todo momento supo que de esa materia prima, expresión de los nuevos impulsos de una sociedad en un momento determinado, debería surgir la renovación del peronismo.
Hay una visualización de un Kirchner como rupturista de una inercia de muchos años. Esa imagen encarnó con las expectativas de una generación que había escuchado muchos discursos, la mitad de resignación y la otra mitad abstractos, sin vías de concreción. Así como Alfonsín pudo representar en el imaginario popular la recuperación de la democracia, Néstor Kirchner aparece en ese imaginario como la recuperación de los seres humanos como protagonistas de su historia. Surge con la idea de una democracia donde las personas dejan de ser víctimas pasivas a tener la capacidad de transformar situaciones. La imagen de Kirchner como El Eternauta, el héroe de Oesterheld, que utiliza La Cámpora, sintetiza ese cruce de las expectativas de una generación con un proyecto político.
Se podrá criticar a la generación de los ’70 y a los de la Coordinadora y seguramente también a los de La Cámpora. Pero cuando se producen esos fenómenos hay que abrirles la puerta porque están mostrando algo que va más allá incluso de ellos como expresión política. Como el agua que se filtra por las grietas, están poniendo de manifiesto sentidos y tendencias profundas de una sociedad que busca los declives, los intersticios para seguir avanzando. Son los pequeños derrames que confluirán en el nuevo gran cauce, como sucedió con las experiencias anteriores.
Las designaciones en muchos espacios de gestión en los últimos meses, más la conformación de las listas del Frente para la Victoria dan la pauta de un proceso de apertura. El mismo Kirchner lo hizo antes con los movimientos sociales, sobre todo con el movimiento de derechos humanos, incorporando a muchos de sus referentes jóvenes a las listas parlamentarias. Esta vez, el rasgo distintivo está enfocado en la juventud que se incorpora a la militancia.
Cuando se produjo el fenómeno de la Coordinadora, el peronismo maltrecho que había llegado a la democracia asistió con sorpresa al surgimiento de esa nueva juventud, a la que Alfonsín cedió espacios rápidamente.
Con este nuevo fenómeno, que tiene su expresión mayoritariamente peronista pero que lo excede en un ámbito más amplio, las viejas formas de hacer política son las primeras en reaccionar con malicia y de manera solapada. Los acusan de oportunistas ocultando que en realidad esa generación se incorpora al kirchnerismo en el peor momento, justamente cuando se iban los oportunistas, después de la derrota de la 125 y de las elecciones de junio de 2009, cuando los grandes medios festejaban por anticipado la caída del gobierno y la oposición daba por descontado que gobernaría desde el Congreso. Si fue una decisión oportunista, evidentemente elegían mal las circunstancias. Antes no figuraban, pero fueron mayoría en los festejos del Bicentenario, fueron mayoría en el último acto de Kirchner en el Luna Park y fueron mayoría en la Plaza de Mayo en las exequias de Kirchner. Todas esas presencias en el peor momento de la gestión kirchnerista estaban diciendo algo, tenían un significado importante para el saldo histórico de esa etapa.
La otra acusación es la corrupción. “Son jóvenes que cobran como varios jubilados juntos”, dijo Duhalde. Entonces o se les cierran los espacios o se les paga menos por ser jóvenes, porque ninguno gana más de lo que gana cualquier funcionario de la misma categoría. La acusación no es inteligente, solamente maliciosa. A diferencia de las dos anteriores, esta generación tiene mucha formación técnica y heterodoxa y también la soberbia y el empuje que tienen todas las nuevas generaciones. Tienen el conocimiento académico y la carga cultural de la época para ensayar nuevos caminos. La mayoría de ellos viene de alguna militancia estudiantil, profesional o territorial independiente en los años ‘90, y fueron atravesados por la crisis del 19 y 20 de diciembre del 2001.
Este es el momento en que sus destinos se cruzan con una coyuntura política que los convoca. Es el momento de sus vidas de aporte más genuino. Tienen la responsabilidad de ser jóvenes. Lo que harán después dependerá de la forma en que la sociedad y ellos mismos sean capaces de elaborar y madurar con esos aportes. Para los jóvenes de los ’60 y ’70 hubo un después del 20 de junio de 1973. Para la Coordinadora hubo un después del Punto Final y la Obediencia Debida.
Pero más allá de todas esas consideraciones, los nombres que comienzan a ser nombrados, las caras que empiezan a ser conocidas, serán las que ocupen de aquí en más y por mucho tiempo, el escenario de la política, al igual que lo hicieron sus antecesoras con sus aciertos y errores.
Por Luis Bruschtein en Página 12
En el afán difamatorio de esos discursos se cuelan algunas hilachas de la envidia. Convocar a los jóvenes es difícil, pero más difícil todavía es convocarlos desde un espacio oficialista. Porque la naturaleza de la juventud es transgresora. Tiene que haber alguna sintonía, un punto de contacto sensible, una encrucijada de confluencia con el imaginario utópico de nuevas proyecciones que caracteriza al universo de la juventud. La historia demuestra que no es fácil, que esa confluencia es más una excepción que la regla.
Pero este gobierno ha podido generar ese fenómeno y su expresión más visible, pero no la única, ha sido La Cámpora. Todas las fuerzas políticas intentan esa convocatoria, pero pocas veces obtienen respuesta. Esta vez la tuvo, en un proceso similar al del radicalismo a la salida de la dictadura. Las esperanzas que se abrían en aquel momento con la caída de los militares impulsaron a miles de jóvenes a participar en la fuerza que mejor los convocaba en ese momento. Antes de ellos hubo otras generaciones que se levantaron en los años ’60 contra la serie interminable de golpes y dictaduras militares. La “gloriosa Jotapé” encarnó la convocatoria de esos años.
Han sido momentos esporádicos relacionados con determinados hitos de la historia y los procesos que hicieron esos jóvenes tras su incorporación a la política fueron diferentes. Hicieron el aporte en el momento que los convocó y después cada experiencia derivó a destinos disímiles.
Esta nueva generación no tiene por qué seguir ninguno de los caminos que tomaron las anteriores y tendrá que encontrar el suyo, con su propia marca. Sin embargo, en todos los casos constituyó la posibilidad de trascendencia de las fuerzas políticas que los contuvieron. Cuando Perón hablaba del “trasvasamiento generacional”, por aquella Jotapé, era muy consciente de ese devenir necesario para cualquier fuerza política. Le resultó difícil lidiar con esa generación, tuvo choques duros y cuestionamientos, pero en todo momento supo que de esa materia prima, expresión de los nuevos impulsos de una sociedad en un momento determinado, debería surgir la renovación del peronismo.
Hay una visualización de un Kirchner como rupturista de una inercia de muchos años. Esa imagen encarnó con las expectativas de una generación que había escuchado muchos discursos, la mitad de resignación y la otra mitad abstractos, sin vías de concreción. Así como Alfonsín pudo representar en el imaginario popular la recuperación de la democracia, Néstor Kirchner aparece en ese imaginario como la recuperación de los seres humanos como protagonistas de su historia. Surge con la idea de una democracia donde las personas dejan de ser víctimas pasivas a tener la capacidad de transformar situaciones. La imagen de Kirchner como El Eternauta, el héroe de Oesterheld, que utiliza La Cámpora, sintetiza ese cruce de las expectativas de una generación con un proyecto político.
Se podrá criticar a la generación de los ’70 y a los de la Coordinadora y seguramente también a los de La Cámpora. Pero cuando se producen esos fenómenos hay que abrirles la puerta porque están mostrando algo que va más allá incluso de ellos como expresión política. Como el agua que se filtra por las grietas, están poniendo de manifiesto sentidos y tendencias profundas de una sociedad que busca los declives, los intersticios para seguir avanzando. Son los pequeños derrames que confluirán en el nuevo gran cauce, como sucedió con las experiencias anteriores.
Las designaciones en muchos espacios de gestión en los últimos meses, más la conformación de las listas del Frente para la Victoria dan la pauta de un proceso de apertura. El mismo Kirchner lo hizo antes con los movimientos sociales, sobre todo con el movimiento de derechos humanos, incorporando a muchos de sus referentes jóvenes a las listas parlamentarias. Esta vez, el rasgo distintivo está enfocado en la juventud que se incorpora a la militancia.
Cuando se produjo el fenómeno de la Coordinadora, el peronismo maltrecho que había llegado a la democracia asistió con sorpresa al surgimiento de esa nueva juventud, a la que Alfonsín cedió espacios rápidamente.
Con este nuevo fenómeno, que tiene su expresión mayoritariamente peronista pero que lo excede en un ámbito más amplio, las viejas formas de hacer política son las primeras en reaccionar con malicia y de manera solapada. Los acusan de oportunistas ocultando que en realidad esa generación se incorpora al kirchnerismo en el peor momento, justamente cuando se iban los oportunistas, después de la derrota de la 125 y de las elecciones de junio de 2009, cuando los grandes medios festejaban por anticipado la caída del gobierno y la oposición daba por descontado que gobernaría desde el Congreso. Si fue una decisión oportunista, evidentemente elegían mal las circunstancias. Antes no figuraban, pero fueron mayoría en los festejos del Bicentenario, fueron mayoría en el último acto de Kirchner en el Luna Park y fueron mayoría en la Plaza de Mayo en las exequias de Kirchner. Todas esas presencias en el peor momento de la gestión kirchnerista estaban diciendo algo, tenían un significado importante para el saldo histórico de esa etapa.
La otra acusación es la corrupción. “Son jóvenes que cobran como varios jubilados juntos”, dijo Duhalde. Entonces o se les cierran los espacios o se les paga menos por ser jóvenes, porque ninguno gana más de lo que gana cualquier funcionario de la misma categoría. La acusación no es inteligente, solamente maliciosa. A diferencia de las dos anteriores, esta generación tiene mucha formación técnica y heterodoxa y también la soberbia y el empuje que tienen todas las nuevas generaciones. Tienen el conocimiento académico y la carga cultural de la época para ensayar nuevos caminos. La mayoría de ellos viene de alguna militancia estudiantil, profesional o territorial independiente en los años ‘90, y fueron atravesados por la crisis del 19 y 20 de diciembre del 2001.
Este es el momento en que sus destinos se cruzan con una coyuntura política que los convoca. Es el momento de sus vidas de aporte más genuino. Tienen la responsabilidad de ser jóvenes. Lo que harán después dependerá de la forma en que la sociedad y ellos mismos sean capaces de elaborar y madurar con esos aportes. Para los jóvenes de los ’60 y ’70 hubo un después del 20 de junio de 1973. Para la Coordinadora hubo un después del Punto Final y la Obediencia Debida.
Pero más allá de todas esas consideraciones, los nombres que comienzan a ser nombrados, las caras que empiezan a ser conocidas, serán las que ocupen de aquí en más y por mucho tiempo, el escenario de la política, al igual que lo hicieron sus antecesoras con sus aciertos y errores.
Por Luis Bruschtein en Página 12
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