Después de
soportar la Revolución
del ´93, la crisis política y económica reinante sumado a la oposición de sus
ministros, quiénes obedeciendo órdenes de Roca y Pellegrini, renunciaron en
masa, el presidente Luis Saénz Peña renuncia el 22 de enero de 1895. Un día
después asume la primera magistratura el salteño José Evaristo Uriburu, un
hombre dependiente de Julio Argentino Roca pero que contaba con una amplia
trayectoria política. Entre los cargos que ocupó fue presidente de la Cámara de Diputados de la Nación en 1863, ministro de Justicia entre 1867 y 1868, procurador del Tesoro Nacional entre 1869 y 1870, diputado nacional entre 1873 y 1877; y una vez terminado su mandato presidencial fue senador nacional entre 1901 y 1910, siendo presidente provisional del mismo entre 1902 y 1909.
Su gestión al frente de la Casa Rosada calmó la economía revirtiendo la tendencia de los precios agrícolas, que en 1897 alcanzaron el nivel más alto hasta ese momento. «Impulsado por un fuerte superávit fiscal, el gobierno inició una etapa de inversiones públicas. Varias obras se terminaron en su mandato como el Museo Nacional de Bellas Artes en su primera sede en un sector de las Galerías Pacífico; el primer edificio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, que sería demolido en la década de 1930; la Escuela Industrial de la Nación, luego llamada Otto Krause; el comienzo de las obras para la construcción del nuevo Palacio del Congreso Nacional, en Buenos Aires, que se inauguraría en 1906. En 1897 se sancionó por ley la necesidad de reformar la Constitución Nacional, la cual se logró en la convención nacional al año siguiente. Por la misma se cambió de la base poblacional para la elección de Diputados, que había sido fijada en uno por cada 20000 habitantes; se fijó para ese año en uno por cada 33000 habitantes, y en adelante sería fijada por el Congreso, a fin de no aumentar hasta números excesivamente altos la cantidad de diputados. También se aumentó de cinco a ocho el número de ministerios, cuyas atribuciones serían fijadas por ley. En el conflicto limítrofe con Chile sobre la Cordillera de los Andes, tras un intento de guerra entre ambos países, firmaron la paz junto al chileno Errázuriz. Por otro lado, Uriburu ordenó a la Comisión Demarcadora de los límites de ambos países y no detenerse en ningún momento, cada vez que surgiera una discrepancia, se elevaría a los peritos y la Comisión continuaría su camino, marcando los lugares donde no la hubiera; si los profesionales no lograban conciliar sus discrepancias, el perito por la parte argentina era Francisco P. Moreno, se pediría un laudo arbitral sobre ese punto al Rey de Inglaterra. La demarcación de límites tomó finalmente gran velocidad. Otro conflicto que se solucionó durante la presidencia de Uriburu, enteramente en perjuicio de la Argentina, fue el que existía con Brasil por el límite oriental del Territorio Nacional de Misiones. En 1895, el presidente estadounidense Cleveland otorgó la totalidad del territorio en disputa al Brasil.» .
Simultáneamente la provincia de Santa Fe era gobernada desde febrero de 1894 por Luciano Leiva, quién había sido senador por Iriondo en 1888 y ministro de gobierno de Cafferatta. Al asumir el mando, «su programa era simple y fecundo, de olvido para lo pasado y de trabajo para lo futuro, poner todo su esfuerzo en gobernar con honestidad y con espíritu de progreso.» Fomentó la creación de escuelas públicas realizando el Congreso Pedagógico, se llevó a cabo el censo escolar, se creo la biblioteca de gobierno y reformaron los Codigos de Procedimiento en lo Criminal y Correccional.
El 18 de junio de 1894 Rómulo Acuña reemplaza a Mariano Rodríguez como presidente de la Comisión de Progreso local. En su gestión se realizaron tareas de limpieza en tapiales, baldíos y viviendas pintando con cal la fachada de muchas de ellas. Durante 1895 se realizó el censo nacional donde nos data que Cañada de Gómez contaba con siete mil quinientos habitantes de los cuales tres mil ochocientos vivían en la zona urbana. En febrero del mismo año el gobierno provincial cambia la denominación Comisión de Progreso por Comisión de Fomento, también fija los límites de su jurisdicción en el Norte la Colonia Santa Isabel y Colonia Bustinza; hacia el Este el distrito Correa; hacia el Sur el río Carcarañá; y finalmente en el Oeste Colonia Monasterio y las propiedades de Pereyra y Wheelwright.
Lo más trágico de la gestión de Acuña fue la vuelta de la epidemia de cólera, sucedida en el verano del ´95. Fue incansable su reclamo en la provincia para la llegada de un médico auxiliar, hasta que después de innumerables cartas llega a la ciudad el Dr. Ángel Godoy, un auxiliar del Hospital Militar. En el invierno las autoridades comunales solicitaron al presidente del Consejo de Higiene en Rosario, Dr. José Semplé, la provisión de vacunas contra la viruela. También durante ese año, Nolasco Pérez se hace cargo de la oficina de Correos y Telégrafos, y a decir de Elías Bertola dicha dependencia nacional se encontraba abandonada desde la salida de Zeballos...
«...hubo en la oficina una temporada de abandono y desquicio, sin contar que en ese lapso de tiempo prestaba servicio cierto elemento joven femenino que atraía a la ventanilla muchos clientes que a todos y a cada momento le hacía falta estampillas... En 1894 en el hotel Universal se alojó un día un señor ya de cierta edad que llamaba la atención por su porte distinguido y serio, sin dar lugar que los curiosos se dieran cuenta del misterioso personaje, porque es sabido que en los pueblos pequeños, en seguida hay quien se ocupa de meterse en averiguaciones. Una linda tarde de verano como a las 5 el forastero se presentó al Correo; en la vereda estaba tomando el fresco y sentado un empleado; la oficina estaba desierta; el forastero adivinando que tenía que ser un empleado, le preguntó si tenía cartas (ya sabía la maña del empleado), y este sin más le contestó que no, sistema que usaba a menudo; el forastero le insinuó como podía saberlo sin revisar la correspondencia, replicando el empleado que debía bastarle su palabra. En este estado el forastero le dijo: yo guardaré la oficina y usted haga el favor de ir a buscar al jefe y decirle que el inspector nacional de correos y telégrafos desea hablarlo inmediatamente. Tableau! El empleado como si lo hubiera movido un resorte eléctrico se levantó y empezó a correr. En aquella época los jefes no acostumbraban a quedarse en la oficina sino accidentalmente y de ahí se desprende con qué facilidad el personal inferior no atendía mayormente.»
La parroquia San Pedro recibe en 1895 al nuevo cura párroco, el Pbro. José Spinelli, a quién Bertola describe como «culto y elegante. Cura moderno y liberal; desinteresado, atendía a sus deberes para con la Iglesia. De estatura casi alto como el campanario. No dejaba su cigarro habano (ojo de Monterrey), que le daba cierto aspecto aristocrático. Vivía rodeado de una docena de cusquitos que lo acompañaban en sus paseos alrededor de la Iglesia y de la plaza. Por sus estudios prácticos y sacerdotales habrá encontrado en sus bichitos, el cariño, fidelidad y gratitud, que mal ofrece la humanidad.»
El hogar del matrimonio compuesto por Ferruccio Ardigó y Juana Bazano recibe un 15 de octubre 1895 a su hijo Dante, quién con el paso del tiempo se convertiría en uno de los ingenieros más destacados del país, constructor del Teatro Verdi, Jefe del Departamento de Contralor financiero de la Dirección General de Ferrocarriles donde hoy una estación ubicada provincia de Buenos Aires lleva su nombre. Además fue un reconocido político del Partido Demócrata Progresista donde fue convencional en la reforma de la Constitución Santafesina del año veinte.
Llegamos a 1896, la Comisión de Fomento había sufrido la renuncia de Nicolás Martelli como integrante de la misma y en febrero el imprentero Domingo de la Riestra asume como presidente, junto a Arturo Lescano en la tesorería y Pedro Ponce de León como secretario. De la Riestra fue director del periódico La Idea donde en sus publicidades podemos ver los comercios y profesionales de entonces como Lorenzo Barbero en su Casa de Remates ubicada en Montevideo, hoy San Martín, entre Lavalle y Ocampo; el depósito de vinos sanjuaninos de Andrés Malen en calle Lavalle donde durante décadas fue la pensión de la familia Genga; el agente colonizador Hipólito Blaisot, también propietario de una tienda, almacén y ferretería; y los escribanos Ergueta y De Altube. La gestión duró muy poco tiempo ya que a los cinco meses renunció De la Riestra siendo reemplazado por Mansueto Viti, ambos dejando muy quebrada las finanzas de la Comuna. Por aquel tiempo, el pueblo era cuidado y trabajado por un secretario administrativo, un comisario, un portero, cuatro obreros en obras públicas, dos en limpieza, un encargado de la Plaza República y un sepulturero.
En 1897 por un hecho fortuito y hasta trivial se constituyó, impensadamente, en el nexo que unió con firmeza a los residentes suizos de entonces. A raíz de un extravío de bueyes que fueron encontrados dos días después, un grupo de suizos que se encontraban en la Chopería Helvética disfrutando de las bondades del lugar deciden fundar una sociedad que sirviera de vínculo de unión entre la colectividad. Así nace el 7 de noviembre del mismo año la Sociedad Suiza de Cañada de Gómez. La primera comisión directiva estuvo constituida por Federico Urfer, presidente; Luis Mayer, secretario; Andrés Frey, tesorero; Nicolás Thuler, Ernesto Geisbuhler, Santiago Schaer, Eduardo Frey y G. Schindler, vocales. La colectividad tuvo su primera sede en el restaurant “A la Unión Gambrinus” de los Petersen, ubicada en boulevard Balcarce y Concordia, ahora Sarmiento, a fines del siglo XIX y que luego fuera el recordado local de la escuela San Martín.
Finalmente, el 1º de diciembre de 1897 nace en nuestra ciudad Pedro Numa Córdoba, quién según Orlando del Greco, uno de sus biógrafos, expresa que
«No había cumplido los veinte años de edad cuando dio a conocer su primera canción, las décimas intituladas Mi zaino malacara. Ni bien ingresado a la musa popular, se hizo amigo de toda la gente del ambiente y muy especialmente del dúo Gardel-Razzano. A poco andar Gardel le graba el fado De mi tierra que adaptó a lo criollo del que hicieran Francisco Lozano y Eduardo M. Manella; el tango Muñequita de lujo con música de Enrique Delfino y Pobre corazoncito, tango con música del gran Vicente Greco. Pronto le pide el cantor coloque versos a los tangos La cautiva de Carlos Vicente Geroni Flores y Mi refugio de Juan Carlos Cobián, famosos por sus músicas, para grabarlos él expresamente. Después grabó Poupée de Stambul que hiciera sobre un motivo norteamericano. Alguna otra canción debió cantarle Gardel, pero detengámonos en Ay Aurora tango que hicieron juntos sobre el vals homónimo. Al respecto dijo, cierta vez: Para que yo no quedara en la vía, como solía decir Carlitos, hicimos juntos el tango canción Ay Aurora; él personalmente, en su casa de la calle Rodríguez Peña 461, al fondo, sentado, compuso en el tono re mayor, la partitura. Su mejor canción sin duda es el tango Ojos negros, con música de Vicente Greco que siempre está de moda y fue llevado al disco por primera vez en 1920 por Lola Membrives en la marca Nacional. Famoso es también Un lamento con música de Graciano de Leone y grabado por Corsini y Magaldi. Otro, Comandante Franco. Tiene muchas otras canciones musicalizadas por grandes compositores como Osmán Pérez Freire, Mario Pardo, Francisco Canaro, Rafael Rossi, Enrique Delfino, etc. Como escritor publicó en la recordada Caras y Caretas una serie de artículos sobre música nativa. Colaboró en muchos periódicos y fundó revistas que tuvieron efímera vida. De joven hizo teatro en Rosario. Sus inquietudes radiofónicas y cinematográficas no las desarrolló como debió hacerlo falleció en Buenos Aires el 2 de marzo de 1965.»