El 22 de diciembre de 1981 el
Teniente General Leopoldo Fortunato Galtieri recibe de manos del presidente de
facto interino Vicealmirante Carlos Lacoste la banda y el bastón presidencial. Las
internas de las Fuerzas Armadas hicieron que el Teniente General Roberto
Eduardo Viola durara sólo algunos meses al mando del gobierno de facto. La
dictadura cívico-militar llegaba a su ocaso. Ellos sabían. La situación
económica del país no daba más. Las políticas llevadas a cabo por Martínez de Hoz habían
decretado el congelamiento de salarios cayendo el nivel de vida de la población. La pobreza, que desde la década
del cuarenta se ubicaba debajo del 10%, y que era del 5,8% en 1974, subió al
12,8% en 1980 y al 37,4% de pobreza en 1982. El desempleo por su parte, se
mantuvo relativamente estable, partiendo de un 3,8% en octubre de 1975 y
dejando un 3,9% en octubre de 1983, con un pico del 6% en mayo de 1982. El
ministro de economía designado por Galtieri era Roberto Alemann, otro de los
civiles encargado de acompañar a los “milicos” en el terrorismo de estado. Las
fábricas empezaban a cerrar, y los gremios comenzaban a reagruparse. El 30 de
marzo de 1982, encabezados por el dirigente sindical Saúl Ubaldini, la CGT, bajo la consigna
"Paz, pan y trabajo", reunió a cincuenta mil jóvenes y trabajadores que
colmaron la Plaza
de Mayo en una huelga impensable hasta entonces por la acritud de la dictadura.
Tres días después, la misma plaza colmada victoreaba la locura de Galtieri,
dando un manotazo de ahogado, recuperando Malvinas y de ese modo entrar en
guerra con Gran Bretaña, ofensiva que al cabo de tres meses dejó centenares de
muertos y el gobierno de facto en terapia intensiva.